Recordando para no olvidar

  • Te encuentras en una especie de nave titánica. Sus grandes cubiertas forradas con suelo de madera erosionadas por el aire salino, sus inacabables y nobles escaleras, y su zarandeo al ritmo que impulsa el mar lo indican. Despistada, vas recorriéndolas y sintiendo una gran confusión ya que reconoces el lugar aunque tienes la sensación de estar perdida entre la gente que lo ocupa y sientes impresiones extrañas. De repente, estás en uno de sus camarotes donde intentas cambiarte de ropa e irrumpen en éste unos extraños que ni perciben tu presencia o, parece no importarles que haya alguien. No encuentras un sitio adecuado para gozar de un poco de intimidad y sosiego. En cualquier lugar hay gente divirtiéndose, hay personas transitando precipitadamente y ajenas a lo que sientes y, tú, solo buscas un lugar donde ubicarte porque parece que alguien te indicó que llegaras hasta él y no lo consigues. No es la primera vez que el mar es uno de los protagonistas en tus sueños. Imaginas, que el mar te supera y el mar te atrae y, es en el mar donde pueden coexistir las emociones más contrapuestas. De repente, estás en una cubierta del exterior, nuevamente. Ésta vez, es un barco mucho más pequeño, similar a un vaporetto de los que circulan por los canales de Venecia, pero, mucho más angosto y colmado de gente. Intentas no saltarte de tu destino, al que nunca has llegado y desconoces, pero, sabes que has de llegar como sea. La muchedumbre, te impide ver claramente cuanto falta para llegar a él y lo consultas a quien parece ser el cobrador de billetes. Sin casi ni mirarte, con gesto entre arrogante y de tedio, te indica que es la próxima parada pero estás casi al otro lado de la salida y tendrás que encontrar energía suficiente para abrirte paso entre la muchedumbre e ir hasta la salida para poder desembarcar. Mientras tanto, algo sucede. Crees que alguien ha caído al mar y algunos van en su rescate. No. No es alguien que ha caído al mar, es una nueva atracción turística para los amantes del riesgo y te acercas a escuchar que sucede exactamente. Alguien, en la inmensidad del oleaje, y a plena noche, está asustado mientras los demás contemplaban su pavor a modo de atracción sin hacer otra cosa que observar y reír. Tú, le gritas a la persona algo así: “No temas, tus movimientos en el mar reflejaran una luz que atrae a todo ser viviente que esté cerca.¡ Aquí no hay tiburones!. Nada tranquilamente hasta llegar de nuevo al barco “
  • Ves a la mujer arropada con una toalla blanca, por fin, tranquilamente sentada comentando su odisea y te alejas. ¡Has de bajar rápidamente del vaporetto! Casi a codazos, te abres paso para llegar a la salida mientras el barco se acerca lentamente a tu destino y haces el gesto de pagar tu billete al cobrador sin que él te lo haya reclamado previamente. Sacas un billete de 5 euros y se filtra otro de 20, que una hábil mano desconocida intenta atrapar desde atrás. Te sientes muy indignada, das un revés a la mano que no sabes de quién es y corres hacia la salida mientras desatas tu enfado e indignación con una perorata que no recuerdas. Sientes, que si no fuera por la energía que esta contrariedad te ha hecho derrochar, nunca habrías conseguido bajar a lo que parece tu destino. Consigues descender del barco a tiempo, pero, en la salida, te espera un grupo de hostiles que intentan barrarte el paso. Piensas, que son cómplices de la mano extraña que intentaba hacerse con el billete de 20 euros que hace un momento había resbalado de tu billetero. No me dejaran pasar de aquí, esta vez – piensas-. Mientras unos muchachos y muchachas extraños, se acercan a ti lentamente con gesto perverso y provocador, piensas como salir de esta situación y ves al fondo, una especie de verjas que separan un gran recinto del que solo distingues una especie de sacos de dormir colgados boca abajo del techo. ¿Qué serán? No tienes ni idea, está demasiado oscuro. Justo cuando tienes aquel grupo ante ti y tu escapatoria se limita, se abren aquella especie de sacos casi al unísono, y de ellos, empiezan a emerger caras sonrientes y gritonas. Salen para ir en tu ayuda y lo aprecias enseguida. Con sus voces chillonas y gesto decidido consiguen ahuyentar a l grupo que estaba a punto de agredirte y sientes un gran alivio mientras ves como se disipan entre toda aquella bienvenida agitación. Por fin sientes tranquilidad por primera vez durante todo el largo sueño. Las personas que han salido de aquellos sacos cerrados colgados boca abajo del techo, se acercan y te invitan a seguirlos. Lo haces. Estáis, ellos y tu, en un lugar extraño pero que presientes familiar y te sientes, al fin, tranquilizada. Todos hacen algo en un lugar que más bien parece un gimnasio. Todos aquellos artilugios que usan para divertirse, parecen tener una utilidad y son de un color rojo escarlata y dirías que son de hierro. Detienes tu mirada en una mujer que mientras está sentada en uno de estos aparatos te mira fijamente y te sonríe. No habláis, pero, está indicándote alguna cosa por su gesto afable y pertinaz. Observas cada uno de sus movimientos mientras ella sigue balanceándose en una especie de columpio hundido anclado firmemente en el suelo y mantiene un movimiento encima de aquel asiento sin problemas con una habilidad pasmosa para ti sin perder el equilibrio. Te parece muy complicado hacer lo que ella hace y te limitas a observarla y a responder a su gesto con una sonrisa. Los demás, están riéndose y hablando de cosas que no comprendes, pero no te incomoda en absoluto su presencia ni sus voces y sientes que son personas afables. Te sientes serena y segura en aquel lugar. La mujer, desciende de aquel columpio que parece una seta al revés y decides intentarlo. Esta vez, ni el miedo a hacer el ridículo, ni el pudor, ni el temor al fracaso serán un obstáculo. Subes en aquella invertida seta roja escarlata y empiezas a balancearte. Consigues mantener el equilibro y cada vez aumentas el ritmo del balanceo. Lo has conseguido. La mujer sonríe y desaparece cuando abres los ojos y despiertas de un estado inconsciente a la realidad. Son las 4 de la madrugada. Sabes que estás solo a un paso de tu destino y ya no existen barreras.

Cultivar los sueños

  • Hay sueños que no son aptos para todos los públicos. Me explico:

    Dependiendo de lo que veas, escuches y sientas, orientarás tus sueños. A veces, ves, escuchas y vives cosas que no son apropiadas, ni a una edad ni a una lógica suave... A veces, ves, escuchas y vives algunas injusticias muy cercanas a ti, o, a un entorno más o menos próximo. A veces, los sueños se encaminan hacia estas vivencias incorrectas. A veces, son su refugio o su escapada y, los sueños, son anticipados, principiantes y confusos. Otras, impetuosos, salvajes, infectos. Soñar, es algo que hacemos desde niños. De hecho, es cuando somos niños cuando más intensamente soñamos. Maduras, y los sueños se desvanecen muchas veces, algunas veces, los ignoras o alejas y otras, los encaminas hacia otras posibilidades más abiertas, más genéricas y menos ególatras. Todos, es verdad, deberíamos de tenerlos, solo que no estoy segura de que tenerlos, nos comporte progresos y satisfacciones siempre. Simplemente, existen sueños inadecuados nacidos de experiencias traumáticas o injustas. Y no es menos verdad, que gracias a algunos soñadores que supieron descifrar sus sueños, muchos gozaron, algunos nos complacemos y otros disfrutaran de ellos porque nos han sido revelados a través del arte y del talento o de la osadía y la firmeza. Sueños grandes y sueños minúsculos. Sueños perdidos o alcanzados. Todo es sueño, más no todo sueño es apropiado ni todos son los sueños son completos.


    Como decía, Flaubert, quizá convendría ilustrar a los que nos ilustran. Y añado que, mientras, puede que tuviéramos que proteger más nuestras experiencias y bien cultivar nuestras vivencias para hacer resplandecer nuestros sueños, porque si no, los sueños, son simples reflejos de nuestros errores, de nuestras perversidades y miserias.

  • Gracias, Valle, me hacía falta un empujón ensoñador ;)