La Vache qui pleure

Si les lleis per alguns son tan esplèndides, no m'estranya gens que els governs d'aquest país hagin de treure'n d'allà on sigui, del deute als autònoms, del sou mileuristes,  per exemple, de sota les pedres...per mantenir-les. Per uns, la majoria, la jubilació als 67, per altres, (...) quant calgui, 51, 55. No ve d'un pam, paga la Vaca Consagrada.


Edición coraza




Ahora, cuando apenas quedan leedores, cuando casi nadie que observa, cuando no pululan por el lugar ofuscados adeptos ni instruidos críticos, es el momento de despertar y decir. Es el mejor momento para preguntarse y responder. Demasiado tiempo sumidos en la reflexión para no aprender nada acaban con la necesidad de razonamiento. Porque no se aprende nada desde la observación sin mueca, sin paso, sin reto. El paso hacia delante o la marcha atrás en lo incuestionable. El gesto de hacer donde nadie te llama hacer, o detenerte en aquello que te involucra.  El reto de intentarlo o de no tener nada que acordar ni nada que demostrar.  Hacer, como decir, es un movimiento adelante que a veces hay que frenar. Un impulso en busca de una lógica sin eco que a veces hay que serenar a la espera de un posible error soslayado, o de un sentimiento incomprendido, o incomprensible, que no encuentra lugar para asentarse. Hay fuerzas insondables que no has considerado y tal vez conviene dejarlas emerger mientras observas tus propias fuerzas y las de aquellos que apenas las tienen, y las de quienes piensan tenerlas todas. El discurso no siempre termina en lección, ni tampoco la lección ha de ser la enseñanza, ni la enseñanza ha de definir lo que has aprendido.  Tampoco la ira, o el enfado, han de acabar siempre en batalla ni la batalla hace al ganador digno de cortesía y al perdedor un sometido. Cuando comprendes lo que el tiempo te ha dado en provisión y soslayo entiendes lo que no has de seguir intentando comprender, ni seguir explicando, ni tan solo intentar poner en práctica. En ocasiones hay que concebirse vencido o dimitido, y esperar que el tiempo, que no se ofusca, que no guía, que no se preocupa, te enseñe lo que has ganado perdiendo, o lo que has  perdido en la victoria. O, tal vez, se exprese sin mensaje y concluyas que no hay sometidos ni conquistas, solo hay muecas y gesticulantes, pasos y caminantes, retos y combatientes. Un camino sencillo que hay que andar siguiendo sin deducción.