Resistir






He leído un breve pero interesante artículo de Josepa Martorell que hacía referencia a lo complicado que es resistirse a  Halloven. Algunos lo sufrimos más que celebramos, es evidente, igual que pretendemos sobrevivir  a otras tendencias impuestas y aceptadas por otros, muchos más, que nos sobrecogen en nuestra madriguera hasta que por fin pasan de largo. La fiesta de Todos los Santos tenía un sentido, al menos. En  esta fecha nuestra abuela instalaba todas las fotografías de sus muertos  que habían aguantado el paso de los años en una pequeña mesa acompañadas por una o dos velas. Mirábamos con estupor pero comprendíamos su designio: Recordar.
Recordar es lo mismo que inmortalizar. Hoy todo parece estar ahí para hacernos olvidar y en el olvido está el negocio. ¿Qué nos recuerda Hallowen? Nada en absoluto y lo que es peor, a nadie. Y es por ello  que los algunos  nos resistimos a celebrarlo mientras nos aferramos al recuerdo sin oponerl resistencia. El mundo, pertinaz, inmutable y prescindiendo de  nuestros propósitos, sigue dando vueltas sobre sí mismo mientras  perseveramos en reinventarlo. Las calabazas se unen este día con las brujas y los boniatos mientras las familias se desunen entre el afán de escapar al recuerdo y las innumerables ofertas y destinos. Un mestizaje impuesto por el marketing y asumido por nuestra incapacidad de hacer memoria. ¿Qué comprenderán de Hallowen? No lo sé, en cualquier caso, sé que no será inmortal.

Un error, dos errores, tres lecciones


Dicen que el único animal que tropieza dos veces con la misma cosa es el hombre.  No solo es cierto, si no que tendría que estar en las cabeceras de todas las camas, bien explícito, en vez de aquel  cuadro insípido que cuelga por encima de nuestra cabeza. Antes de dormir, todos, tendríamos que recordar aquello en lo que hemos caído una vez y no queremos volver a tropezar. Y desde luego, deberíamos rezar a quien sea  que nos libre  de tropezar por cuarta vez con lo que nos ha hecho rendir una, dos y tres veces y acaba doliéndonos. Las mujeres, por ejemplo, si somos madres, comprobaremos cuando los hijos empiecen a volar,  que fácil es creernos aquello que nos dicen hoy y que mañana han olvidado. Podremos comprobar , por mucho que nos hayamos ejercitado en el entreno, cuan de rebelde es  el lienzo que nos   mantiene unidos cuando al dilatar  empieza a desprenderse y  con qué tesón y pasión nos aferramos a este cada vez que nuestro hijo  intenta ceñirlo, para después, olvidarlo por cualquier otro asunto que está fuera de nuestro alcance o por cualquier persona que desconocemos y que en este mismo instante se convierte en prioridad  dejándonos agarradas al tejido que se desprende de nuestras manos como polvo sin augurio.  Sabemos todos, y tú  más que nadie, como duele arraigarse a un propósito   y quedarse solo en el intento. Duele nuestra insensatez y duele su insensibilidad. Duele nuestro ahínco y duele su fragilidad. Duele también nuestra sujeción y deber con él o ella, y duele su desprenderse tan prodigioso y repentino. Deberíamos haber aprendido de nuestra senda como hijas, o de anteriores experiencias como madres, y sin embargo, caemos en el error de pensar que somos diferentes, o que ellos son distintos, y de nuevo nos precipitamos en el error.
También podemos agitarnos ante la injusticia  que se desprende cuando, recién despedidos hacia  cualquier abismo  por exceso de celo y compromiso o por seguir creyendo al pie de la letra  todo aquello que un ser querido nos señala para derrumbarlo poco después ante nuestras narices. Podemos. Diría que debemos hacerlo ante el riesgo que supone no hacer nada. O solo hacer que llorar. Podemos llorar pero no si, previamente, no nos hemos enfadado con nosotros mismos, por desmemoriados, por presuntuosos, por ingenuos.  Y nunca antes de haber soltado nuestro enojo a quien se lo merece por atontamiento  y desatino. Después, incluso, puede saciarnos la sed de venganza cualquier propósito que hayamos aplazado por no haber pensado antes en nuestra ilusión  y demasiado en alguien que no está por la labor de corresponder ahora mismo. Pero es evidente, que cualquier propósito aplazado sin causa de peso llega tarde o se esfuma. Y es  mucho más cierto que planear en estado de arrebato, es un error. Pasará el arrebato y quedará el plan. Por  lo que es mucho más atinado dejarlo para cuando regrese la calma.
Hemos superado nuestra  cólera sin ningún mueble dañado  y franqueado el disgusto sin subir el nivel del mar. Ahora viene lo difícil, ahora tendremos o tendríamos que recapacitar en el aprendizaje. Es hora de ser firmes. Llega la hora del esfuerzo, de dar cancha a las  ilusiones y de darse cuenta de que el compromiso se ha instalado en el lado derecho de nuestra almohada y cada noche nos puntea al oído, bajito pero muy claro que hemos saldado el debito aunque es necesario cerrar algunas cuentas. Sin furia, sin resentimientos, sin angustias  ni reproches, es hora de aprovechar la lección.

Itaques trepitjades

Hi ha camins llargs, altres curts, d'altres amagats, molts inexplorats. Ni han que mes que el seu destí, el que convé es travessar-los i que no s'acabin mai. Ara tu, ara jo. Ara nosaltres, desprès, d'altres.


Fuga en Octubre



Hoy he visto angustia en la sabiduría y he decidido correr hacia la simpleza. No sé dónde están sus  límites ni tampoco si los hay. Pero sé que en el camino se respira cierta paz. Alguna vez te mece hasta el sueño más profundo en donde ni lo bello ni lo extraño, ni lo grosero ni lo delicado pueden entrar a perturbar el descanso que cualquiera acaba solicitando. Para caminar por el sendero de Aquella necesitas haber sido entrenado previamente desde la niñez. Y no es mi caso. Un día me acerqué creyendo que en el otro lado estaba la excelsitud.  Incluso osé bañarme en sus aguas e ir a lo más profundo para contemplar sus entrañas, para mí, herméticas y seductoras. Recoveco de Libertad. Más,  al sumergirme, comprendí que me faltaba oxigeno y bracee hacia la superficie. Allí donde nadamos los sincamino. Hacia ninguna parte pero en la fantasía que el mundo no es hostil por naturaleza. Únicamente  es torpe y a veces, muy obstinado.  Es en la  superficie de su abismo, en la corteza de su médula donde puedo ser  siendo de Otros. Y en esta condición, disiparme sin demasiado tormento un día al ritmo que lo hacen los sin-nombre, los sin-voz y  todos los  Sin que han nacido para empujarlo  hacia donde, ignoro, se dirige.