Recordo que hi passava a casa quant fallava la llum. No vaig viure amb espelmes, evidentment, però la llum, quant jo era petita, fallava molt més que avui dia. A mi, em feia gracia, fins i tot em semblava que el fet d'anar amb espelmes per el pis de Padilla era divertit i una novetat que em feia sortir de la rutina, emocionava i, espavilava els sentits . Els grans, els recordo atabalats amunt i avall buscant les espelmes adients i molt amoïnats perquè de cop i volta no podien fer anar la planxa o perquè la radio es quedava muda i els recordo comentar, quant duraria l'avaria, especulaven en veu alta si la incidència seria curta o llarga, trucaven a la veïna del costat o del pis de dalt per saber si també estaven sense llum i fins i tot no gosaven baixar al carrer per no haver de pujar els set pisos caminant. Nosaltres, vivíem al sisè i si contem la planta del entresòl, eren set pisos. Quant la llum fallava, el mon dels grans també fallava i nosaltres, les criatures, ens divertíem veient com tot es capgirava i les distancies que ens havien separat fins aquell moment uns dels altres, s’escurçaven i ens aplegaven a tots al voltant de la taula del menjador il•luminats per la llum d’una petita espelma blanca. Aquell menjador, també era petit, però la taula era molt gran comparant-la amb aquell menjador, tan gran, que nomes deixava espai per les cadires, un bufet antic i la butaca on seia la meva avia fins que arribava el meu pare cansat de treballar, cap a dos quarts de deu de la nit. En aquells dies, les butaques eren per els grans, per els grans i per els cansats i quant els petits hi volíem seure, sempre era a sobre dels genolls d’un dels grans que hi seia. A les hores, els nens seiem a terra o damunt dels nostres avis o pares i encara que hi hagués llum pujàvem els set pisos de casa a peu fins que teníem catorze anys. Potser fallava la llum i fallaven les dimensions d’aquell menjador, i quant la llum no hi era quasi be no hi havia de res,d’acord, però el que mai fallava era la capacitat de fascinació per les novetats i per gaudir de tot aquell enrenou com si haguessin arribat els Reis amb una joguina nova perquè que falles la llum, suposava de cop i volta, que tothom deixes el que feia i s’acostés a on estaven els altres. Molt a prop un dels altres esperant que la llum tornes amb pacient resignació. Avui, el fet de que la llum falli, suposa un autèntic drama. Avui, quant la llum falla s'apaguen moltes mes coses per el que dedueixo que ens enfadem, nosaltres els grans, molt mes del que s'enfadaven els grans d'abans i l'endemà surt a tots els diaris. Hem perdut a vegades la llum, es clar, però també em perdut la capacitat d'esperar que torni la llum asseguts al voltant d'una taula gran mentrestant xerrem i riem d'altres coses. Tampoc els petits de les cases tenen genolls per jeure-hi a sobre, ni una avia o un avi prou grans per cedir-li la butaca principal del menjador. Avui dia, son ells qui ocupen les butaques. I avui, quant la llum falla, falla un mon i quant aquest mon falla, creix l'angoixa i manca la capacitat d'esperar i la imaginació , en contes de volar corre cap el qui esta mes a prop mentre a crits, algú, exigeix que aquella foscor, aquella aturada de mon, aquella angoixa cedeix-hi al instant. Clic, i a fer nones. Avui, hi ha llum, hi ha televisió i vídeo, hi ha ordinador, hi ha rentadora , hi ha radio i una micro-cadena també, però, avui, el que falla sovint es la connexió amb tots els altres. Clic, i a dormir.

Algunos catalanes rezan, otros, confiamos en que será una primavera lluviosa, necesariamente lluviosa . Si llueve será porque tenía que hacerlo y lo vemos como una probabilidad que se encontraba en esta rueda de la fortuna y no daba en el número y, en consecuencia, tenía que dar alguna vez o, porque algún Dios o las fuerzas invisibles que rigen los deseos humanos, de tanto recibir la misma demanda en los últimos meses, han decidido acercar las nubes hacia el cielo catalán y descargar en este lo que haga falta. Los catalanes, todos, los que rezan y los que confían, sabemos que pedir para Cataluña siempre es embarazoso. Sabemos que Cataluña es mas dada a dar que a recibir y que de esta actitud ha hecho una virtud ,a veces , exagerada, pero a la vez, sin demasiados espavientos que sus gobernantes han sabido aprovechar también sin escrúpulos y, sabemos, desde luego, que cuando los que siempre han pedido y normalmente recibido les toca ser generosos, el esfuerzo ha de ser redoblado e inmenso. Lo que no sabíamos muchos catalanes, aun, es que los que casi siempre han estado recibiendo más de lo que aportaban, pudieran ser tan mezquinos en algunos casos. La mezquindad, no va relacionada con ser rico o pobre, la mezquindad no tiene nacionalidad ni tampoco fronteras; la mezquindad, es un rasgo innato que va con el talante de las personas, así que es obvio que existe la mezquindad del rico y existe la mezquindad del pobre. La mezquindad, está en el corazón y no solo se representa a la hora de dar a otros sino también se refleja a la hora de darse a uno mismo. Se refleja en las pasiones o en su carencia. Se refleja en el simple hecho de mirar a un niño o a un viejo, se refleja a la hora de cocinar un `plato, a la hora de comerlo o de servirlo. Puede reconocerse también cuando uno escoge un viaje, un sitio o a sus compañeros, o, cuando en una discusión entre dos, se salda el asunto. La mezquindad, no está relacionada directamente con la cantidad de dinero del que se dispone sino en las actitudes inmediatas cuando se ha de organizar y distribuir de todo lo que se dispone. La generosidad, contraria a la mezquindad, está en los mismos gestos que acabo de citar. Así, que además de confiar en que llovería y lloverá en Cataluña lo suficiente confiaba aún más en aquellos espíritus generosos que además de poseer dicha virtud, tienen la capacidad de saber cuando una demanda es justa o no lo es. A los mezquinos, ni mirarlos, porque entre otras cosas no saben mirarte ni estando toda una vida mimándolos con distintas muestras de afecto o favores. A un espíritu generoso, le basta con un sencillo guiño de afecto para conquistar o ser conquistado, aunque no haya ni una gota de agua acompañando el gesto.
Me despierto y es madrugada. Las tres y diez. Quizá porque hace hoy muchos años, nací, a ésta misma hora y quería celebrarlo, sola, antes que acompañada y de la única manera que ahora puedo, escribiendo. O porque me regresan a la cabeza algunas cosas que dije y olvidé, otras que nunca las olvidé, y otras que aún no he dicho. Puede que, seguramente, no sean las cosas que yo dije, digo, o he de decir las que dan vueltas en mi cabeza otra vez sino las cosas que alguien me dijo y dice. O tal vez no, puede que no sea lo uno ni lo otro y todo se reduzca a una mala digestión por culpa de un trozo de quiche que hasta hoy consideraba mi capricho pero que a partir de hoy, juro, no volveré a comer. La cuestión, es que son las tres y treinta y estoy levantada porque palabras, años, cena o fantasmas me han desvelado. Da vueltas, del mismo modo, algo muy hermoso que he leído hoy. Era un párrafo corto de no sé quién. Hablaba de alguien que ama a alguien en el límite de un astro. Hablaba de alguien que considera la capacidad de amar de alguien, inagotable. Eran diez líneas profundamente expresadas o minuciosamente escogidas. En estos días en que todo se acaba enseguida, que nunca hay suficiente de nada, que se oyen más quejas que gracias, que nadie parece estar sobrado de ilusión ni sentirse muy feliz, lo que he leído ha de ser considerado y realzado. Si se siente, pues mejor. Como también tiene que elevarse la valentía de un hombre de letras que pide perdón a unas mujeres porque en su oficio existen personas que ofenden una y otra vez y no lo hacen. Era hoy, también, que he escuchado a un escritor explicar que la Reina Isabel de Inglaterra, cuando descubrió la pasión de algunas de sus lecturas, también se descubrió como persona. Puede que tantas cosas buenas, bellas o dignas no sean digeribles en un solo día ni en una sola noche y, por eso, ahora, esté aquí escribiendo en vez de estar durmiendo.
Desafina quien tiene mala voz. Desafina quien tiene mal humor, quien no encuentra razón. Quien tiene la cara alargada o demasiado cuadriculada. Desafina el explotado, el ignorado, el ignorante, el que todo lo sabe. Desafinamos todos. En las curvas de la carretera vi pasar a un conejo y el conejo iba tan raudo que si me descuido ni lo veo. El conejo desfila veloz y no desafina. Una cosa es la garganta y otra incomparable una animal de cuatro patas. Cuatro patas tiene un perro, una vaca, un conejo y cuatro patas tiene un gato. Pero ninguno de ellos desentona cuando se enfada, cuando no puede dar razones, cuando está triste ni por tener la cara cuadriculada. En la noche veo pasar lo que de día no pasa. En la noche pasa siempre lo que día escapa como el suelto conejo de cuatro patas. Veo la cara irritada de la señora, veo su cara deformada y aquellas malcaradas sombras que amenazan y me veo a mi siempre acongojada y corriendo sin tener cuatro patas. Marchas, viajas, atiendes, subes y bajas y ya nada se escapa del sueño negro de la noche cuando prendes la luz del alma después de apagar la lámpara. Oigo sonidos que no existen y voces enredadas que hablan mucho y entre sus aullidos acaban sin decir nada. Yo, sigo transitando con la única luz que dispongo y una almohada. La almohada mullida que abrazo como quien abrazada a su abuela en medio de una tormenta y no teme a nada mientras se siente abrazada. Cae la noche y cae la esperanza al tiempo que cae la baba encima de la blanda almohada. Se van los conejos y las vacas. Se alejan poco a poco los gatos y los perros y todas aquellas voces extrañas. Imagino mientras sigo abrazada a la almohada estar tumbaba en un viejo vagón de un tren que viaja puntualmente por algún lugar que olvido y en él duermo tranquila porque estoy muy cansada. Mi almohada no es ahuecada. Es un trozo de saco relleno de paja. No hay colcha, no hay manta. Duermo en el suelo al lado de otros que me acompañan y y como yo ingeniaran pero ignoran ahora su destino. Vamos juntos en aquel tren veterano que recorre un paisaje que no puedo ver. Agradezco poder estar arropada en aquel vagón y tumbada en el suelo resguardada. Si hay tormenta no me espanta. Si no hay almohada no me espanta. Si no hay manta no me espanta. Estoy tumbaba en el suelo de un viejo y sucio vagón sin colchón ni manta y mi almohada es dura y de paja. Escucho trinar sus ruedas y oigo su desentonado silbar que avisa de su paso como cada noche... Túuuu-túuu. Y me duermo.


«Y si la vida es de por sí buena y agradable (y así lo parece, ya que todos los hombres la desean, y especialmente los buenos y dichosos, pues la vida es más deseable para ellos y la vida más dichosa les pertenece); si el que ve se da cuenta de que ve, y el que oye de que oye, y el que anda de que anda e, igualmente, en los otros casos hay algo en nosotros que percibe que estamos actuando, de tal manera que nos damos cuenta, cuando sentimos, de que sentimos y, cuando pensamos, de que estamos pensando; y si percibir que sentimos o pensamos es percibir que existimos (puesto que ser era percibir o pensar); y si el darse uno cuenta de que vive es agradable por sí mismo (porque la vida es buena por naturaleza y el darse cuenta de que el bien pertenece a uno es agradable), y si la vida es deseable sobre todo para los buenos, porque la existencia es para ellos buena y agradable (ya que se complacen en ser conscientes de lo que es bueno por sí mismo), y si el hombre virtuoso está dispuesto para el amigo como para consigo mismo (porque el amigo es otro yo); entonces, así como la propia existencia es apetecible para cada uno, así lo será también la existencia del amigo, o poco más o menos. Pero el ser es deseable, porque uno es consciente de su propio bien, y tal consciencia es agradable por sí misma; luego debe también tener consciencia de que su amigo existe, y esto puede producirse en la convivencia y en la comunicación de palabras y de pensamientos, porque así podría definirse la convivencia humana, y no, como en el caso del ganado, por pacer en el mismo lugar» (1170a17-1170bl4).

AUTOR: ARISTÓTELES
OBRA: ÉTICA A NICÓMACO



Allí donde en el rió crece un sauce recostado,

que refleja hojas blancas en el agua cristalina.

Allí, mientras tejía fantásticas guirnaldas

de ranunculos, ortigas, margaritas y esas flores alargadas

que los pastores procaces llaman con nombres soeces,

pero que en boca de nuestras doncellas no son

sino “dedos de difunto”. Allí, cuando trepaba

para colgar en el árbol su corona silvestre,

rompiese una rama pérfida, y cayo ella, y sus trofeos

floridos en aquel arroyo de lagrimas. Extendidos

sus ropajes en el agua, salía a flote cual sirena,

y cantaba estrofas de antiguas canciones,

inconsciente del peligro, o como hija del agua,

acostumbrada a vivir en el propio elemento.

No paso mucho tiempo, sin embargo,

sin que el peso de sus vestidos empapados de agua

arrebatara de sus cánticos a la infeliz, arrastrándola

al cieno de la muerte

Creer que uno lo sabe todo, creer que todas las respuestas ya las sabemos de antemano, dar por supuestas las reacciones de otros, nos encierra. Sin darnos cuenta que es el aislamiento, precisamente, quien nos aleja de la realidad y la realidad de nosotros mismos. Todos podríamos hablar de personas que nos han lastimado, de personas que no nos han comprendido o de personas que se alejan de nuestro lado pensando que si están cerca, descubrimos aquello que tanto desean ocultar, pero, no sé cuántos de nosotros hemos pensado que a muchas de ellas, las lastimamos, las alejamos y no las comprendimos, alguna vez, nosotros.

Siempre has pensado que era difícil vivir, que era muy complicado hacerte comprender. Es duro descubrir que nos desconoce quien más nos gustaría que nos adivinara, da mucha pereza irnos explicando a la misma persona a cierta edad, tanta, como dejarnos revelar por una nueva y descubrirla nosotros. Te ha parecido casi imposible amar y ser amado al mismo tiempo y coincidir con las personas que te apetecía coincidir. Pero, piensa un poco, ahora. Puede que si sigues meditando sobre ello, te acuerdes de aquella persona que te dio la mano sin pedírsela, de aquella que te sirvió una respuesta impensada que te gustó y te dio fuerzas, o aquellas personas que hallaste en el lugar menos esperado y te hicieron compañía justo cuando más falta te hacía. Si has llegado hasta aquí, piensa también que algo les debes, no, en el sentido material, lo que les debes es un pensamiento, un reconocimiento en voz alta, unos momentos en tu tiempo y memoria. Al menos, te hará bien hacerlo y se disiparan al mismo tiempo todas aquellas otras que te han fallado, y podría ser que incluso, unas y otras, a veces, fueran las mismas. Y si no lo son, si eres capaz de discernir perfectamente entre las unas y las otras, lo tienes mejor que yo y mejor que la mayoría. Eres entonces, una especie de tuerto en el reino de los ciegos. Elige pues, y sigue tu camino sin más titubeos ni lamentos