Algunos catalanes rezan, otros, confiamos en que será una primavera lluviosa, necesariamente lluviosa . Si llueve será porque tenía que hacerlo y lo vemos como una probabilidad que se encontraba en esta rueda de la fortuna y no daba en el número y, en consecuencia, tenía que dar alguna vez o, porque algún Dios o las fuerzas invisibles que rigen los deseos humanos, de tanto recibir la misma demanda en los últimos meses, han decidido acercar las nubes hacia el cielo catalán y descargar en este lo que haga falta. Los catalanes, todos, los que rezan y los que confían, sabemos que pedir para Cataluña siempre es embarazoso. Sabemos que Cataluña es mas dada a dar que a recibir y que de esta actitud ha hecho una virtud ,a veces , exagerada, pero a la vez, sin demasiados espavientos que sus gobernantes han sabido aprovechar también sin escrúpulos y, sabemos, desde luego, que cuando los que siempre han pedido y normalmente recibido les toca ser generosos, el esfuerzo ha de ser redoblado e inmenso. Lo que no sabíamos muchos catalanes, aun, es que los que casi siempre han estado recibiendo más de lo que aportaban, pudieran ser tan mezquinos en algunos casos. La mezquindad, no va relacionada con ser rico o pobre, la mezquindad no tiene nacionalidad ni tampoco fronteras; la mezquindad, es un rasgo innato que va con el talante de las personas, así que es obvio que existe la mezquindad del rico y existe la mezquindad del pobre. La mezquindad, está en el corazón y no solo se representa a la hora de dar a otros sino también se refleja a la hora de darse a uno mismo. Se refleja en las pasiones o en su carencia. Se refleja en el simple hecho de mirar a un niño o a un viejo, se refleja a la hora de cocinar un `plato, a la hora de comerlo o de servirlo. Puede reconocerse también cuando uno escoge un viaje, un sitio o a sus compañeros, o, cuando en una discusión entre dos, se salda el asunto. La mezquindad, no está relacionada directamente con la cantidad de dinero del que se dispone sino en las actitudes inmediatas cuando se ha de organizar y distribuir de todo lo que se dispone. La generosidad, contraria a la mezquindad, está en los mismos gestos que acabo de citar. Así, que además de confiar en que llovería y lloverá en Cataluña lo suficiente confiaba aún más en aquellos espíritus generosos que además de poseer dicha virtud, tienen la capacidad de saber cuando una demanda es justa o no lo es. A los mezquinos, ni mirarlos, porque entre otras cosas no saben mirarte ni estando toda una vida mimándolos con distintas muestras de afecto o favores. A un espíritu generoso, le basta con un sencillo guiño de afecto para conquistar o ser conquistado, aunque no haya ni una gota de agua acompañando el gesto.