sortirem a la pluja


Un dia de cel nuvolat, es una oportunitat més que un destorb. Es el dia perfecte per fugir del soroll, de la feina i del que calgui per guarir-se en els pensaments. No cal esperar a adormir-se per pogué pensar i analitzar els nostres pensaments. Tots, sabem que tenim coses pendents, coses que ens amoïnen per haver-les deixat de costat abans de tancar-les, o per haver-les ignorat, senzillament, per incomodes. Aquestes coses que no hem dit o que no hem fet, acostumen a abordant-se quant les llums es tanquen, quants els sorolls cedeixen i quant el cos reposa. Apareixen i ja vaig comentar un dia, que no eren els nostres convidats, precisament. Eren inoportunes visites que no hi serien si les haguéssim resolt quant tocava. Vet aquí, que jo encara en tinc algunes sense resoldre encara que sé quina resolució tenen. Vet aquí que saben el resultat de la suma o la resta, en qüestió, vaig retardant-les perquè el final no m'agrada gens. Com tots els finals dolents, aquest es resisteix a mostrar-se i apareix quant tot es fosc o com tot es gris com ara. Apareix quant hi penso. I com es un final que no m'agrada gens, el retardo, pensant pot ser, que hi han finals infal-libes quant quasi tots els finals hi son perquè fallen una o mes coses que han deixat de funcionar. Es d'imbecils doncs, retardar-los. Es d'una imbecil-litat extrema saber que quelcom ens fa mal i no ens convé i imaginar-ho d'un altre manera que no sigui la que és realment. Hi ha coses,hi han fets i situacions, hi han persones que, simplement, no ens convenen. No son millors ni pitjors. Senzillament, no son favorables per nosaltres, i apareixen quant dormim,o quant callem i en dies tan grisos i feixucs, com aquest.

La fête a fini

Hace pocos días, Pierre Antoine Delhommais, titulaba un artículo suyo en el diario Le Monde así: La déroute de l’Invincible Armada. En España, la fiesta ha terminado. Según el comentarista, la crecida española ha sido un espejismo. Una ilusión óptica de la que no nos hemos sabido, ni hemos querido aprovecharnos. Sigue, su artículo, enseñándose con éste país, diciendo que hoy, España, está en la cola de la educación y en la cabeza del abandono de la enseñanza por parte de los más jóvenes, de entre todos los países industrializados. Opina, que a diferencia de otros países, que han aprovechado tal bonanza para construir algo solido, España solo ha sabido alzar edificios y especular en ellos sin crear ni afianzar ningún sector más, y que Madrid, pronto se tendrá que tragar sus delirios de grandeza y poca humildad porque sigue empeñada en afirmar sin pudor aquello de que, España va bien.

(…)

Penoso. Si queréis saber cómo va en realidad, España, leed Le Monde, o le Petit Journal, al menos sabréis como nos ven en Europa: Unos vagos que lo único que han hecho bien es sumarse al carro de la desidia y la especulación. Por si fuera poco, algunos medios economistas europeos, apuntan que España debería salir de la zona euro para poder, si es necesario, volver a devaluar su moneda, como antaño, y regresar a su humilde imperio que ha ido durante los últimos años, de fantasma por el mundo. Mientras, Botín, se afana en callar tales opiniones y denuncia a Madoff mientras garantiza a todos sus clientes-víctimas, un paquete de sus acciones para tranquilizarlos (con condiciones) Europa nos mira, Europa observa… ¿Es rabia, es envidia, es realidad? A juzgar cada cual…Yo, no entiendo de política ni de números.

http://www.lemonde.fr/archives/article/2009/01/17/la-deroute-de-l-invincible-armada-par-pierre-antoine-delhommais_1143171_0.html

ANEXO: RECETA PARA MONTAR UNA CRISIS PIRAMIDAL (Por Leopoldo Abadia)

Entrevista a Leopoldo Abadia (sin desperdicio) Por Buenafuente.

Contar lo ya contado


Es fácil dormirse cuando se está cansado y en cama propia y es complicado hacerlo cuando estás en cama extraña sin estar muy agotado... El televisor, ayuda solo a veces y estas pocas veces es porque justamente, estamos empeñados en recoger lo que nos ofrece. Si por casualidad, lo detenemos en algún programa desastre, que son los que abundan, la cosa se complica porque siempre sale algún personaje degradante recibiendo preguntas indecentes que acaban por desvelarnos indignamente. ¡Ya nos han dado la noche! Y ¿qué hacer? Fijarnos en el techo suele dar buenos resultados. Los techos, plantean miles de historias al revés, pero hay que tener ganas de crearlas. Fijarnos en cosas intrascendentes es un buen sistema para relajar la mente, como decían nuestros antepasados, contar ovejitas puede servir, aunque les debía servir a los que las tenían, a nosotros, los que somos de ciudad y solo las hemos visto ovejitas en alguna masía o en el pesebre, quizá nos convenga más contar coches, o contar las personas que hemos visto hoy. Todas desconocidas pero todas con algún aspecto interesante. Por ejemplo, yo, ayer, vi bastantes. Las vi, a unas en sus puestos de trabajo y en tiempo de descanso. Las vi interesadas y las vi de curiosas. Las vi, incluso, de las que disponen de algún cargo importante dentro de la sociedad en que se desenvuelven: alcaldes y alcaldesas, directores, productores. Todos, amables, disponibles, cercanos y muy interesados en lo que se cuece muy lejos de lo que imaginan. Al final, pero, y de noche, solo me quedan sus gestos, sus comentarios espontáneos alejados de sus condición y cargo, y todas las otras caras que estaban allí no por interés, si no por sinceridad y curiosidad. Las he estado contando antes de dormirme, ayer. Todas ellas, reflejando en sus caras cierta alegría, una determinada alegría que iba esparciéndose por un gran recinto acomodado para la alegría, precisamente, más que para el negocio porque éste, nunca es seguro, ni de lejos es tan poderoso como la ilusión y la energía que irradia alguien ilusionado. He contado todas esas caras y me he ido relajando hasta desconectarme completamente de lo malo que he visto y que he sentido hoy. Hasta dormirme, por fin, en mi cama y cansada.

las llaman, tortas




Ayer, me pidieron una receta que hacía tiempo que no preparaba. He buscado en los cajones donde, habitualmente, las guardo. Nada. He mirado en algunas carpetas donde guardo recortes de periódico, documentos antiguos, billetes de pesetas de principios de siglo que eran de mis abuelos, etc. Nada. Al final, se me ha ocurrido buscar la receta en internet, o la que más se pareciera y enviársela. Lo hago muy de vez en cuando, pero cuando busco algún recetario de comida en la red, puedo pasarme una hora, tranquilamente. Después, siempre hay alguna receta que me parece fácil y sabrosa y la copio a mano en un papel que guardo en un cajón de la cocina que es donde debería estar la dichosa receta que se ha esfumado. Lo que no está no existe. ¿No? Nunca me atraen las recetas laboriosas y con infinidad de ingredientes. Las selecciono a veces por la imagen, si la hay. Otras veces, la mayoría, después de ver en el título el principal ingrediente, pincho y, ni me entretengo a leerla si la lista de ingredientes es larga como una quiniela. No me interesan. He encontrado muchos platos sencillos y sabrosos que se preparan en un sant_i_aném (versión mía del santiamén) No me gustan los platos demasiado elaborados, cada vez menos. Me gusta, ante todo, encontrar el sabor de la ternera, del lomo, de la lubina, del rape... Me gusta la cocina vasca, porque normalmente respeta ésta premisa en sus platos. Ayer, buscando la receta que me pedían, he visto infinidad de recetas de dulces y pasteles. Ya he hecho uno de ellos y espero por la pinta que tiene que sea tan bueno como sugestivo es. Buscando y mirando esta infinidad de pasteles y tartas, he visto muchas que, supuestamente, son de la cocina sudamericana. Se nota por dos cosas, principalmente: Una, es los nombres de algunos ingredientes y la forma que tienen de expresar la forma de incorporarlos. La otra es porque en estas recetas, hay cantidad de huevos y manteca (mantequilla) Solo leyendo alguna de estas caloríficas recetas, sientes una especie de náusea que sube por el esófago, casi igual cómo cuando algo que acabas de comer te sienta mal. Es una especie de rechazo psicológico que siento a menudo, puede que por visualizar en exceso lo que leo. Seguramente, es por eso que he de abstenerme de leer según qué cosas si estas están muy bien descritas. Ya no puedo leer ni una receta más. Casi seguro que no voy a cenar después de haber preparado un bizcocho de chocolate con almendras. Ya estoy llena sin haber comido. Pero, siguen rondando en mi mente esos pasteles con 18 huevos y 500grms. de manteca. Son bombas, en formas circulares o alargadas, bombas más o menos dulces, adornadas y bien horneadas. Seguramente, incluso huelan bien, pero nada recomendables para mis tragaderas ni para mis impresionables sentidos, demasiado impresionables, aunque sea de lejos.

Delirios y mesuras


No solo es merecedor de admiración el entusiasmo, por mi parte, en ocasiones, lo envidio. Leo en distintos sitios opiniones llenas de éste, opiniones salpicadas de entusiasmo, esperanza y elevados a una aseverada consistencia, que algunas, incluso dan miedo. De todas maneras, expresar tal entusiasmo, no está de moda. Aquí, en éste país, mucho menos. Porque estamos acostumbrados a bonitos discursos que se rompen en trozos minúsculos pasados los intereses que los provocan. Estamos, también, acostumbrados a la falta de compromiso, y no solo en los altos puestos que desempeñan los que nos gobiernan, también a nuestra propia falta de compromiso en el día a día. Con esto, quizá, disculpamos a los que deberíamos impugnar con la idea de que todo es una comedia y nada es verdadero. O, por el contario, les atacamos sin compasión de pura rabia y por simple despecho. Me entusiasma el entusiasmo, igual que a un niño le convence la alegría después de una pataleta. Pero, no puedo ser entusiasta por naturaleza, quizá porque mis genes así lo han dispuesto, quizá porque he aprendido que a más entusiasmo más decepción. Las pocas veces que he desarrollado un cierto entusiasmo en algo, lo he comprobado. Después, has de hacer una larga y profunda reflexión para acomodar de nuevo tus emociones y encajarlas donde quede espacio y este espacio, es cada vez es más reducido y no admite excusas ni disculpas. No admite responsabilidades ajenas ni coartadas. No, la reflexión, la mesura, la balanza y el equilibrio no siempre son dignos compañeros como no son, necesariamente, malos compañeros los pelos en las axilas. Si tú sientes que Obama es la esperanza, has de expresarlo e intentar argumentar el por qué, aunque sea breve y confuso dicho razonamiento. Si tú crees que el mundo necesita líderes, obligatoriamente, y estos han de representarnos, está bien que escojas a Obama como tu líder y lo expreses. Si crees que son los israelís los que necesitan defenderse y que ésta es tu filosofía de vida, adelante, dílo con coraje y asume lo que defiendes. Si decides unirte a los que están en contra, también has de hacerlo con total dignidad y orgullo. Los argumentos, muchas veces, van apareciendo conforme avanza nuestra afirmación en cualquier aspecto. Avanzan con el compromiso. Es como echarse a nadar al mar y aprovechar la resaca. No, no siempre son malos los pelos en las piernas porque quien sabe de qué nos protegen, y, si decides depilarte, hazlo y alza los brazos al mundo. Ya llegará el día de explicarte el por qué lo hiciste y puede que hasta te comprendas.


Carpe diem

Una foto antigua tiene algo de prodigioso. Contemplarla, desentierra tiempos no muy lejanos en que, los protagonistas, se creían tan invulnerables como nosotros, ahora. Pocas cosas han cambiado si nos fijamos bien: sus peinados, la forma de sus faldas, sus posturas, sus muñecas…Pero todo lo demás sigue igual; ellos y ellas, tenían seguridad en sus mayores; esperanza de una larga y buena vida y muchos sueños. Sus sonrisas nos lo indican. También tenían prisa en crecer, tenían ganas de vivir infinidad de ocasiones y lugares y pensaban que tendrían tiempo de sobras para hacerlo. Una foto antigua nos recuerda que el tiempo es ajeno a nuestra voluntad, que no nos pertenece en absoluto y que lo que seamos capaces de poseer, de gozar, de sentir, vale la pena saborearlo mientras estemos fusionados a estos misteriosos átomos que aún nos mantienen activos. Una foto antigua, nos avisa que no somos para nada exclusivos o que si lo somos, ésta cualidad no tiene nada de particular porque ha sido ponderada millones de veces antes de aparecer en nuestra inteligencia y reflejarse en nuestras emociones. Ellos y ellas, como nosotros, sentían que podían mover el mundo, cambiar la historia o hacer en sus vidas algo especial con algunos de sus pequeños e insignificantes gestos. Observando una de estas antiguas fotos, sabemos que no queda nada especial por hacer que no hayan intentado antes varias generaciones, personas ya en el olvido, a no ser, porque algunas de estas fotos testimonian que existieron. Son, realmente fascinantes. Nada como ellas, hace deslizarnos a la realidad más absoluta donde nuestro juicio nos alerta que nuestro calendario, es breve. Tan breve que nos relegamos, puede que extraviados, a un futro incierto sin sellar, especialmente, nuestro presente.

Arts gratia artis

El muchacho se esfuerza en gustar. Procura no acabar como una de sus víctimas, sacrificados de sus pensamientos y declaraciones e inmolados para llenar espacio y reafirmar dudosos conceptos. Sin duda, el muchacho tiene recursos para convencer a las personas, porque sabe, que muchas personas, cuando las festejan con los mejores lugares y les convencen con jugosas conversaciones, trascendentes en apariencia y profundas en su contexto, caen de cuatro patas aun sabiendo, en el fondo, que no deberían. Tanto da que la relación sea de amistad o familiar. El alto y el bajo mundo, se basa en una serie de cortesías que funcionan aunque todo lo demás no funcione. Y estas marcan las relaciones, las influencias y el tráfico de contactos más allá de lo previsible y de estorbos. El muchacho, es listo, más que listo es inteligente, a veces genial y otras veces, como es de esperar de la genialidad, cruel. El muchacho dispone de una situación económica-familiar distinguida, cosa que facilita esta generosidad, aunque no necesariamente. No es lo mismo ofrecer una cena a base de embutidos selectos y vino tinto, que ofrecer un viaje a Roma. No es lo mismo regalar unas flores a tu suegra que unas cuantas noches en el Lutetia de Paris. No es lo mismo. La flores, se marchitan por muy encantadoras que sean y su encanto dura lo que duran ellas frescas y bellas. Una estancia en un hotel de primera clase, dura algo más y mientras, se puede observar, si es posible observarlo, lo que resta muy oculto incluso para los geniales. El muchacho, sabe como agasajar y lo hace por generosidad y para seducir, porque sabe que se puede embrujar y castigar a alguien a través de sus seres queridos, tal vez, mucho antes que hacerlo directamente. Sabe, el muchacho, que se puede arribar por tierra, por mar y por aire a los corazones, y opta por llegar a través de la belleza porque la sabe y la puede conseguir. El muchacho invoca un mundo perfecto porque él lo ha vivido casi perfecto si no fuera porque la evidencia le muestra que no lo es. Tiene las bases para conseguirlo, tiene los detalles del camino y las herramientas. Lo intenta y hasta ahora lo consigue. Pero, y a pesar de todo, el muchacho no tienen ni la más mínima idea de que un día, sentirá la angustia inevitable. Una angustia que cree adivinar pero no sospecha ni de lejos. La angustia y su trato, no vienen indicadas en la guía Michelin ni se pueden soslayar con más o menos dinero. La angustia de que hablo, es innata en los pobres y en los ricos, está instalada en la mediocridad y en la gentileza, cuando esta se apodera del padre de un joven ansioso de vivir, o de una joven enamorada. Esta angustia, no es una invitada, es una extraña que se presenta sin más en tu casa, invade tu corazón y modifica tus prioridades. La angustia a la que me refiero, no se salda con flores ni con maravillosos paseos en canoa. La angustia, que indico, se instala más allá de donde estés, más allá de con quien estas y mucho más allá de con quién creas que estas. Es amor en mayúsculas. Es el amor benévolo que tanto cuesta de entender hasta que no lo afirmes en tu propia carne, y puede que sea, también,el más ciego de todos los amores. Y por esta angustia se disimula, se accede, se hace y deshace, se dobla cualquier voluntad más allá de la razón y del corazón. El muchacho cree reconocerla, pero le queda mucho que vivir antes, mucho que reír y sollozar, mucho que disfrutar y resistir, de permitir y de negar antes de saberla y conquistar.

Ad altiora tendimus

En una entrevista, un periodista bueno o mediocre, ha de dirigir sus preguntas a alguien más o menos interesante.
En una entrevista éste alguien, responde o no a lo que le han preguntado. La mayoría de veces que un político responde en una entrevista, por ejemplo, no contesta a las preguntas, y casi siempre se escapa de las comprometidas e incomodas. En una entrevista a un político, el mero entrevistador, simula ser agresivo, pero pierde gas a la primera escapada de su entrevistado, con lo que éste, gana la batalla de una guerra que supuestamente tendría que ganar la entrevista.
En cualquier entrevista, un mondo entrevistador, hace preguntas incomodas, pero también brinda risas que las suavizan, gestos que las disculpan, y olvidos intencionados que la convierten en vulgar. El entrevistado, acaba llevándose el premio, sea un ramo de flores o sea un megáfono, pero premio seguro por haber tenido el detalle de llenar aquel espacio de programa a precio de oro o gratis, dependiendo del oficio que ejerza.
En una buena entrevista, el entrevistador, no cesa cuando el entrevistado, y menos si es un político, intenta desperdigarse, intenta torear la pregunta. El entrevistado, pilla a la primera que le van a cuestionar, y se agarra a cuestiones que se han intercalado para desarrollarlas, acentuarlas y despistar, pero el buen entrevistador, pilla por donde lo hace y repite la pregunta de otra forma hasta que el interrogado responde a la cuestión sin remedio.
Los buenos entrevistadores, hoy, interpelan a personajes poco influyentes o poco relacionados con asuntos que afectan al pueblo: interrogan a artistas, algún científico, toreros, a escritores y poco más. Muchos, están en la televisión amarilla y algunos en la rosa, recuperándose de los traumas que les ha dejado su carrera y recogiendo la cosecha que creen merecer. (Más o menos, pasan a ser euro -periodistas) Unos pocos, han dimitido hace años o quizá, han aceptado un cargo aparentemente superior, de director/a, pero ya no molestan a sus entrevistados.
Los simples entrevistadores, interpelan a personas más conocidas e influyentes, les encargan programas de entretenimiento donde invitaran a grandes personajes o a reputados políticos, tienen la oportunidad de distraer al personal en columnas de periódicos, igualmente. Pero cobraran mucho de cualquier manera y se harán igualmente populares porque nunca avasallarán a su entrevistado aunque lo aparenten.
Entre un buen entrevistador y un fiel entrevistador, se acuna el tiempo, sobre todo, pero también se columpian los compromisos, los cargos, los beneficios y las ordenes de un amo más o menos invisible, más o menos tolerante, más o menos poderoso que gobierna sus principios y condiciona sus actos. Ya no quedan, prácticamente, entrevistadores libres y buscarlos o encontrarlos es pura cuestión de suerte. La verdad pues, no está en la televisión, ni en la radio ni en los periódicos. La verdad, sigue estando escondida entre las calles. Entre las calles, precisamente, ese lugar del que huyen, finalmente, los buenos y malos entrevistadores para unirse sin saberlo, o sí, a los que un día fueron sus dilemas y sus víctimas.

tanques y cañones, lubricados con razones


Si los lujos, estuvieran al alcance de todas las personas, dejarían de serlo. Está bien que el Ritz, que el caviar, que un champán francés, que un masaje en polvo de oro o, un piso en Pedralbes sean un artículo de lujo. Y está bien que ordeñar una vaca, recoger los huevos de una gallina que acaba de poner y saborear un guisado de rabo, sean cosas que un rico no logra disfrutar normalmente. Una, nos hacen pensar que hay personas que viven estas cosas y que al menos, nos ofrecen un panorama visual un poco más alegre. Dos, creo que el hecho de poner en práctica ciertos lujos de forma rutinaria, concluye, a la fuerza, en desear ardorosamente cosas distintas. Nunca he envidiado los lujos porque he creído que yo poseía algunos y que a cada uno le corresponden algunos otros.. De lo que se puede determinar que el lujo no es malo ni es bueno, es simplemente algo que no obtenemos normalmente y los ricos, los que disponen de cosas que no son alcanzables para las mayorías, también sueñan en las cosas que no tienen habitualmente. No hay que envidiar ciertos lujos por no poder alcanzarlos, habría que convertir las cosas que alcanzamos en un lujo. ¿Cómo? Sencillamente, tratándolas con dignidad y saboreándolas con cariño.