Contar lo ya contado


Es fácil dormirse cuando se está cansado y en cama propia y es complicado hacerlo cuando estás en cama extraña sin estar muy agotado... El televisor, ayuda solo a veces y estas pocas veces es porque justamente, estamos empeñados en recoger lo que nos ofrece. Si por casualidad, lo detenemos en algún programa desastre, que son los que abundan, la cosa se complica porque siempre sale algún personaje degradante recibiendo preguntas indecentes que acaban por desvelarnos indignamente. ¡Ya nos han dado la noche! Y ¿qué hacer? Fijarnos en el techo suele dar buenos resultados. Los techos, plantean miles de historias al revés, pero hay que tener ganas de crearlas. Fijarnos en cosas intrascendentes es un buen sistema para relajar la mente, como decían nuestros antepasados, contar ovejitas puede servir, aunque les debía servir a los que las tenían, a nosotros, los que somos de ciudad y solo las hemos visto ovejitas en alguna masía o en el pesebre, quizá nos convenga más contar coches, o contar las personas que hemos visto hoy. Todas desconocidas pero todas con algún aspecto interesante. Por ejemplo, yo, ayer, vi bastantes. Las vi, a unas en sus puestos de trabajo y en tiempo de descanso. Las vi interesadas y las vi de curiosas. Las vi, incluso, de las que disponen de algún cargo importante dentro de la sociedad en que se desenvuelven: alcaldes y alcaldesas, directores, productores. Todos, amables, disponibles, cercanos y muy interesados en lo que se cuece muy lejos de lo que imaginan. Al final, pero, y de noche, solo me quedan sus gestos, sus comentarios espontáneos alejados de sus condición y cargo, y todas las otras caras que estaban allí no por interés, si no por sinceridad y curiosidad. Las he estado contando antes de dormirme, ayer. Todas ellas, reflejando en sus caras cierta alegría, una determinada alegría que iba esparciéndose por un gran recinto acomodado para la alegría, precisamente, más que para el negocio porque éste, nunca es seguro, ni de lejos es tan poderoso como la ilusión y la energía que irradia alguien ilusionado. He contado todas esas caras y me he ido relajando hasta desconectarme completamente de lo malo que he visto y que he sentido hoy. Hasta dormirme, por fin, en mi cama y cansada.