Desafina quien tiene mala voz. Desafina quien tiene mal humor, quien no encuentra razón. Quien tiene la cara alargada o demasiado cuadriculada. Desafina el explotado, el ignorado, el ignorante, el que todo lo sabe. Desafinamos todos. En las curvas de la carretera vi pasar a un conejo y el conejo iba tan raudo que si me descuido ni lo veo. El conejo desfila veloz y no desafina. Una cosa es la garganta y otra incomparable una animal de cuatro patas. Cuatro patas tiene un perro, una vaca, un conejo y cuatro patas tiene un gato. Pero ninguno de ellos desentona cuando se enfada, cuando no puede dar razones, cuando está triste ni por tener la cara cuadriculada. En la noche veo pasar lo que de día no pasa. En la noche pasa siempre lo que día escapa como el suelto conejo de cuatro patas. Veo la cara irritada de la señora, veo su cara deformada y aquellas malcaradas sombras que amenazan y me veo a mi siempre acongojada y corriendo sin tener cuatro patas. Marchas, viajas, atiendes, subes y bajas y ya nada se escapa del sueño negro de la noche cuando prendes la luz del alma después de apagar la lámpara. Oigo sonidos que no existen y voces enredadas que hablan mucho y entre sus aullidos acaban sin decir nada. Yo, sigo transitando con la única luz que dispongo y una almohada. La almohada mullida que abrazo como quien abrazada a su abuela en medio de una tormenta y no teme a nada mientras se siente abrazada. Cae la noche y cae la esperanza al tiempo que cae la baba encima de la blanda almohada. Se van los conejos y las vacas. Se alejan poco a poco los gatos y los perros y todas aquellas voces extrañas. Imagino mientras sigo abrazada a la almohada estar tumbaba en un viejo vagón de un tren que viaja puntualmente por algún lugar que olvido y en él duermo tranquila porque estoy muy cansada. Mi almohada no es ahuecada. Es un trozo de saco relleno de paja. No hay colcha, no hay manta. Duermo en el suelo al lado de otros que me acompañan y y como yo ingeniaran pero ignoran ahora su destino. Vamos juntos en aquel tren veterano que recorre un paisaje que no puedo ver. Agradezco poder estar arropada en aquel vagón y tumbada en el suelo resguardada. Si hay tormenta no me espanta. Si no hay almohada no me espanta. Si no hay manta no me espanta. Estoy tumbaba en el suelo de un viejo y sucio vagón sin colchón ni manta y mi almohada es dura y de paja. Escucho trinar sus ruedas y oigo su desentonado silbar que avisa de su paso como cada noche... Túuuu-túuu. Y me duermo.

2 comentaris:

Anònim ha dit...

Un ave enorme se me planto el otro día delante del coche¡. Era un faisán, sí , sí .(Corroborado por mi hermano que iba conmigo,eh¡ que ya sé que no me terminas de creer).

Fue del todo punto sorprendente, y pocos días antes un conejo o quizá era una liebre.

Supongo que no tiene sentido, y bueno esto que escribí tampoco. Jajaja.

Bon día.

Anònim ha dit...

Bon día. No, no lo tiene, como lo que has leído ;( O si ? Si pero no¿

No, pero sí ;)