He leído un breve pero interesante artículo de Josepa Martorell que hacía referencia a lo complicado que es resistirse a Halloven. Algunos lo sufrimos más que celebramos, es evidente, igual que pretendemos sobrevivir a otras tendencias impuestas y aceptadas por otros, muchos más, que nos sobrecogen en nuestra madriguera hasta que por fin pasan de largo. La fiesta de Todos los Santos tenía un sentido, al menos. En esta fecha nuestra abuela instalaba todas las fotografías de sus muertos que habían aguantado el paso de los años en una pequeña mesa acompañadas por una o dos velas. Mirábamos con estupor pero comprendíamos su designio: Recordar.
Recordar es lo mismo que inmortalizar. Hoy todo parece estar ahí para hacernos olvidar y en el olvido está el negocio. ¿Qué nos recuerda Hallowen? Nada en absoluto y lo que es peor, a nadie. Y es por ello que los algunos nos resistimos a celebrarlo mientras nos aferramos al recuerdo sin oponerl resistencia. El mundo, pertinaz, inmutable y prescindiendo de nuestros propósitos, sigue dando vueltas sobre sí mismo mientras perseveramos en reinventarlo. Las calabazas se unen este día con las brujas y los boniatos mientras las familias se desunen entre el afán de escapar al recuerdo y las innumerables ofertas y destinos. Un mestizaje impuesto por el marketing y asumido por nuestra incapacidad de hacer memoria. ¿Qué comprenderán de Hallowen? No lo sé, en cualquier caso, sé que no será inmortal.
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