Aquí queda otra...



Ignoro porqué me dispongo a hablar de un trágico accidente como el de Santiago cuando, éste y otros similares, señalan la diferencia en la cantidad de victimas que dejan de una vez en comparación con cientos de accidentes que suceden a diario. Suceden, cuando suceden, lamentablemente, y ademas, en un tipo de transporte que debe, o debería, tener un plus en seguridad que al fallar hace desmoronar la supuesta confianza que antes se hubiera depositado en ellos. Es entonces cuando surgen las dudas, supongo, la necesidad de respuestas, sospecho, el afán de resultados que lo aclaren pero que tendrían que haberse planteado antes de que sucedan.
¿Puede ser responsable de un transporte de tales características alguien que no haya superado un riguroso examen psicológico además del técnico que avale que aparte de experiencia dispone de la suficiente templanza para ocupar el lugar que ocupa? ¿Quienes son, porqué mérito y cual es el cometido de los que vigilan, gobiernan o administran a los que controlan la seguridad de un colectivo ? ¿ Nos controlan mucho mejor de lo que les controlamos? O, ¿Vigilamos mucho mejor de lo que nos auto-vigilamos?

De aquí a tanto comentario, articulo u opinión que no va a ninguna parte es pura reacción logica...Pero, ¿Por qué no va a ninguna parte? Sería una de las preguntas que podríamos hacernos, también. Hay casualidades en la vida que nos sacuden de manera tajante. No se si llamarlas casualidades o son todo lo contrario, causas análogas que desembocan en una fatalidad ante la tozudez de la omisión. Justo cuando se reabre el caso de otro trágico accidente del metro en Valencia, acontece una nueva tragedia que nos traerá más dudas que nadie resolverá , más preguntas sin respuesta, más respuestas que no lo serán... Tenemos un país de dudas que complacería a un guionista como Patrick Shanley . Pero, me pregunto, ¿No será tanta duda abortada el resultado de la regla 30-30-40, a la que seguimos apostando   minuto a minuto, día a día, año tras año?

El 30% de indolencia que solapa los intereses de muchos por los de unos cuantos.
El 30% de curia que se protege y blinda ante cualquier sospecha.
El 40% de indiferencia que nos identifica superado un impulso pasional y fugaz.

Ignoro la respuesta, evidentemente, pero no me faltan preguntas, después y también antes de cualquier adversidad que sucede, o no sucede.

Extracto de un encuentro en Barcelona.



Mi amiga Pilar ha estado por aquí unos días. No ha estado en mi rellano pero mucho más cerca de lo que suele ser costumbre y menos de lo que había imaginado. Por imaginar había imaginado hacer muchas cosas juntas, llevarla a lugares que he pisado y que me han parecido, de algún modo, especiales, y después cada una a su nido, aunque su nido fuera circunstancial estos días. Los días, las horas, los propósitos encogen casi siempre y es por ello que casi he renunciado a tenerlos, porque estoy muy habituada a cambiar de planes y a recoger sobre la marcha lo que queda de ellos. Me he habituado hasta tal extremo a improvisar que ya no se planificar y me he cuesta hacerlo. En cualquier caso, como dijo alguien que buscaba consuelo en su falta de tiempo, cuenta la calidad más que la cantidad y la calidad de las horas que hemos estado juntas, compartiéndolas con las de otros, ha sido extrañamente interesante, y ha sumado a lo que ya existía. En estos instantes estará sobrevolando territorio andaluz y a punto de poner el pie en su tranquilizadora rutina, como yo, que en  domingo vuelo ante las viejas teclas de este ordenador y permito que me inunden los más absurdos pensamientos, las más inútiles ideas para expresarlas desde mi particular percepción. Ahora caigo que en esta ocasión no ha habido fotos que plasmen este encuentro. Ocasión desperdiciada porque cuando no queda nada que decir, que explicar, que ordenar, las imágenes permanecen no solo para contemplarlas, si no para revivir sin más florituras, aquello que nos es reciente o que tan lejano queda. No ha habido ninguna foto más que un par de intentos fracasados debido a la escasa luz del lugar, un evocador bar de copas en el barrio gótico. Por ello solicito a las palabras que flotan en la memoria tras otros enfoques, y otras palabras, prudentes o descaradas, torpes o atinadas, interesantes o insulsas, cuando no hay imágenes que expliquen un tiempo en el tiempo de alguien, en el nuestro, en el nuestro y en el de alguien, en el intento de que cada cual, rememore las propias.



¡Feliz aterrizaje y hasta pronto!