La cantidad de información que recibimos todos los días por todos los medios de comunicación, de la que tan orgullosos nos sentimos, no parece que nos sirva para procesar ordenadamente las noticias y las desgracias que nos transmiten y valorarlas en su justa medida.
Sabemos y aceptamos que Nixon mintió a los americanos y encontramos natural que dimitiera, y sin embargo ni se nos ocurre que tenga que hacerlo Bush aun habiendo mentido al Congreso sobre las armas de destrucción masiva y tantas otras cosas. Nos horrorizamos por los vandálicos actos del terrorismo y por las muertes que provocan, y permanecemos indiferentes a las que causa la violencia doméstica infinitamente más numerosas.
La lista de incongruencias en las que cae nuestro criterio no tiene fin, pero la mayor de ellas es, sin ninguna duda, la indiferencia con la que aceptamos que se produzcan cada año un millón de accidentes laborales de los cuales cuatro cada día son víctimas mortales, una cantidad de muertos muy superior a la de todas las víctimas que han provocado en la España democrática todos los terrorismos, y más aún que las víctimas mortales en carretera. Y, sin embargo, este hecho que se repite y aumenta año tras año nos deja indiferentes, no porque seamos desalmados sino porque al parecer la información que recibimos no logra horadar nuestra conciencia.
Como dice un querido amigo, "estos asesinatos que serían una verdadera tragedia en cualquier sociedad mínimamente humanista, en nuestro país se contemplan como si los obreros tuvieran que ser sacrificados para apaciguar las iras de los dioses". Porque según los obreros y los sindicatos, los accidentes no se deben, como comúnmente se cree, a su falta de precauciones y de atención, sino a que no se toman las medidas adecuadas para hacer frente a unos trabajos que cada día suponen un riesgo mayor, creando un ambiente de campo de batalla donde la muerte es un episodio habitual que toca a quien toca cada día.
Ya que ni las empresas velan todo lo que debieran por la integridad de los trabajadores ni al parecer hay excesiva vigilancia en relación con el cumplimiento de las medidas de prevención que establece la ley, tal vez les movería a cambiar de actitud el conocimiento de que estos accidentes, y las bajas laborales y las jornadas perdidas que causan, cuestan a la sociedad y a las empresas 12.000 millones de euros al año.
publicado por Rosa Regás el 3/9/06
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