La Elvira fue un paupérrimo velero que transportó en 1949 a más de 100 inmigrantes clandestinos españoles a Venezuela
Las condiciones de trabajo de los trabajadores españoles que emigraban ilegalmente a las haciendas cafetaleras de Brasil, la construcción del canal de Panamá o las plantaciones de Hawai recuerdan a las que recientemente hemos leído en la prensa sobre las condiciones laborales de los marroquíes en El Ejido o de los ecuatorianos en Lorca. En Hawai, donde trabajaron miles de españoles en la primera década del siglo XX, el número de horas de trabajo era desde las cinco de la mañana hasta las cuatro y media de la tarde, con un calor infernal, y era normal que tuviesen que andar hasta las plantaciones por lo menos una hora de ida y otra de vuelta. Vivían en barracones, no tenían vacaciones, y muchos de ellos fueron estafados. (…)
Los distintos éxodos de españoles han tenido lugar durante los siglos XIX y XX en varias fases y con destino a diferentes países de Latinoamérica y Europa, principalmente Bélgica, Francia, Alemania y Reino Unido. Una de estas corrientes, la que con motivo de la vendimia3 llevaba hasta el sur de Francia a miles de jornaleros españoles, se ha mantenido hasta fechas recientes
Tal fue el contingente de españoles que llegó al Magreb, sobre todo a la zona de Orán, que se llegó a hablar de una colonización hispana del país. Sólo en el año 1892 se contabilizaron en esta ciudad más de 13.000 entradas procedentes del sureste español.
La comunidad española que vive en París y sus alrededores suma en total más de 30.000 personas. Principalmente, se trata de emigrantes llegados en los años 60 para trabajar como obreros y se instalaron en la periferia del norte de París (...)
Allá en el Sur de España, en un cortijo,
un niño le ha nacido al emigrante,
y hoy la ternura ahoga amenazante
aquí a su padre, huérfano de hijo.
Se llama el español Pedro Clavijo,
clavo sin compasión, piedra aplastante,
espada en su mirada acariciante
y lágrimas de rabia y regocijo.
Para pensar los rasgos de su niño
recuerda a su mujer, y así adivina,
por hoy, una carita sin historia.
Mas no, que se equivoca su cariño:
vuelve a su esposa y ya casi no atina,
pues hasta allí le falla la memoria
Munich 1962. Jesús Mauleon
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