Veni, vidi, vici

De repente, sientes cansancio. No apetece salir ni trabajar, nada invita a leer o a escribir, a saber o a explicar. Piensas que es el medio vaso vino quien te ha nublado la mente esta noche, o el cerrazón de nubes que observas al levantar la persiana esta mañana. Es algo que llega del exterior hacia ti, seguro, algo externo que siempre o casi siempre viene de alguien hacía ti, y que afecta tu conducta y estado de ánimo. Puede ser que el motivo de tu desidia resida en el trabajo que te ves venir en los próximos días que aunque sabes que superarás, es algo nuevo que unido a tus otras tareas van a cambiarte rutinas, tiempos y maneras, o será que adivinas que a pocos les importa que haya un escrito de más o de menos aquí y tampoco les importará que no haya ningúno durante un tiempo ilimitado que es la justa medida que necesitas para inclinar tu desgana.

Mientras abandonas el habito, te das cuenta que hay decenas de circunstancias que pueden ser una buena excusa para ser censurados en un hoja, algunos para que alguien los transforme en poesía o canción, y otros para ser discutidos. Puedes seguir escribiendo de las opas interminables, de la visita de la Aguirre a Barcelona, Espe_ jode lo que somos; del motín de Cádiz, de lo que se ha disparado en dos años el precio del Priorato, de la díada de Sant Jordi, o del hermano que le ha salido al planeta. Pero no lo haces, y piensas que no sabes el por que de repente te da lo mismo todo esto que el fornido chico de ojos verdes y ancha espalda que cada día pasa por ésta calle donde no pasa casi nadie. Repican campanas de muertos en ésta bendita Iglesia que solo está a unos metros de aquí. Otra vez suenan sus glongs, una muerte demasiado temprana para ser encajada cómo si nada. Conocías a la mujer, era muy trabajadora; era una mujer muy seria, de mirada un poco triste que siempre estaba al pie del cañón y sonreía poco. No habías pasado con ella de saludos y de solicitarle 200 grs. de jamón de york, queso del Cadí o unos cuantos trozos de lomo para convertir en libritos, pero ya eran muchos años con esos pocos y sin poder explicar el motivo, siempre que te despachaba la observabas con cierta curiosidad porque te parecía la mujer perfecta para ocupar un cargo así. Seria, austera, correcta, disciplinada, constante. Cualidades todas ellas que no crees poseer pero que reconoces en los demás. Un cáncer se la ha llevado en dos meses del mostrador de su tienda al cementerio y de allí, espero que al cielo. Más que nada porque no tenía pintas de hacer fuera de aquel mostrador nada malo, nada incorrecto, ni acercarse a ningún vicio que le diera algún punto para descender al infierno. Debe ser todo esto y algo más lo que te hace tomar la decisión de no seguir perdiendo el tiempo explicando historias. Ya reaparecerán las ganas si quieren aparecer, el tiempo o la inquietud, y sino, ¿qué? Nada, llenarás tu tiempo libre con otros quehaceres. Y de repente mientras estás descansando y dando descanso a otros, mientras siguen pasando a diario cantidad de cosas dignas de comentar y voluntariamente las olvidas, te sube la fiebre y tu cuerpo solo siente ganas de dormir. ¡Carai ! Cuanto discernir para llegar a tan simple explicación : No era el vino, no eran aquellas nubes cargadas, no era el nuevo trabajo ni las pocas horas libres, no eran los que no leían tus historias, ni la súbita muerte de una mujer buena. La culpa, es de un virus que andaba haciéndose un pulso con tus defensas y las vence. Salut.


3 comentaris:

Anònim ha dit...

O sea que has pillado la gripe.

No es que te quiera ningun mal , pero casi me alegro que sea una enfermedad la causa de que no escribas.

Me habia acostumbrado a leerte. Sí, sí.

bona tarda

Unknown ha dit...

Bon día...

rosa ha dit...

gràcies Silbe, cuida't

Bon día Jon ;)