Y Santas Pascuas...

La curiosidad nos aporta datos, datos que aunque no sepamos muy bien para que nos valen en el momento que nos llegan, puede que un día no sean útiles. Lo malo es recoger esos datos y que se esfumen en nuestra cabeza sin haberlos procesado en un guarida que sea una especie de alacena para cubrir aquello de lo que carecemos en invierno. La gente ordenada prevé ésta carencia con papelitos bien archivados en acordeones clasificadoras, con baúles de metal o madera donde guardan secciones de periódicos o fotografías. Ahora ya, algunos amontonan su memoria en disquetes donde además de papeles, recortes de prensa o imágenes, pueden archivar sonidos de música . Los carentes pero ordenados, pueden tener la cabeza vacía pero los cajones o estanterías llenos esperando la ocasión de ser rescatados del olvido, aun que casi siempre todos estos concluyan también en el abandono . Los que no asentamos la costumbre de archivar, de atesorar datos en cualquiera de las cosas que he dicho antes, nos servimos y fiamos de nuestra memoria, esa que que tantas hendiduras tiene pero que estamos al corriente de que hay que someterla a una gimnasia diaria para mantenerla en forma, sino en plena forma, en una forma que sea suficiente para no meter la pata cada dos por tres. Podemos guardar en un cajón algunas fotografías más o menos bien clasificadas. Podemos rescatar en nuestro ordenador direcciones de sitios favoritos que nos enlacen hacia aquello que un día nos gustó. Podemos tener en una estantería ciertos documentos más o menos importantes, pero la galbana o la antipatía al hecho de guardar, pone al descubierto al fin, tanto nuestra incapacidad como nuestra poca avaricia. Puede que los que no somos aficionados a coleccionar, tengamos los cajones casi vacíos, los clasificadores desnudos por dentro y guardemos solo aquellos pequeños aros de ordenador que un día alguien nos regaló, pero nuestro entendimiento sigue funcionando en la parte que se dedica a la pesquisa de lo que no tenemos guardado ni por nuestra virtud, ni por nuestra cualidad pero nos atrae. La inevitable búsqueda quizá nos aporta menos tranquilidad y roba más tiempo, pero no da más plaza. Y sobre todo no condiciona nuestros aspectos más curiosos, simplemente los complica. Sería ideal conseguir vencer el aprendizaje recordando, cómo aconsejaba Sócrates, pero a falta de ésta cualidad, bienvenida sea la búsqueda porque puede que hasta con un poco de suerte, nos oriente a nuevas maravillas.