A mi, simplemente me gusta contar cosas escribiéndolas, es por eso que a menudo escribo sobre cosas que los demás no comprenden pero que algunos captan desde la empatía que ejerce la emoción de cuando lo escribo y no podrán ser observadas de ninguna manera desde la comprensión porque no hay relación directa entre la información de quien lee y la emoción de lo expresado. Es el encanto de escribir, es por eso que muchas veces no sé muy bien como empezar a hablar de algo, en éste caso de hoy, del dolor que causan los reproches. Y empiezas sin ninguna idea clara pero empiezas a hacerlo desde el corazón en el que confías te irá guiando un poco en el intento de desviar aunque solo sea por unos minutos a alguien hacía ti. Sabes, que no hay otra forma de conseguirlo, sabes que no eres capaz de distraer su atención de otra manera y sabes que no girará su mirada hacia el otro lado ni elevará su pensamiento hacía su próxima respuesta, cosas ellas todas, que te hacen descartar las ganas de explicarte al instante. Sabes, que aunque sin ser de la profesión hay algo que atrapa al lector y al qué escribe sin remedio y sabes que es todo tuyo solo en estos instantes y de conseguirlo, has triunfado. Solo estos instantes, merecen la pena. No sucede así al mantener una conversación, nunca sucede así cuando hablamos dos personas: tu y yo, aquella y yo, o aquel y tu. Siempre asoman las urgencias, la impaciencia, y siempre asoman los reproches.

Entiendo por reproche el hecho de que alguien te saque a relucir algo que hiciste mal un día, o no hiciste, o también según el que reproche, algo que no hizo porque tu no le dejaste o aconsejaste o simplemente interpretó que era así. O sea, el reproche es una expresión tardía del coraje, de la sinceridad, de la honestidad, aunque muchas veces sea simplemente la excusa perfecta que esconde la impotencia o una irresponsabilidad por parte de quien ejerce el reproche. Mira, me da igual, un reproche es algo feo, algo muy feo y que sienta mal siempre a quien lo recibe mírese por donde se mire, incluso sin recibirlo directamente el reproche es algo mal sonante que inhibe y distrae las verdaderas emociones y desbarata los pensamientos claros en cualquier discusión que mantengan dos personas. Y sin embargo, pasamos más horas reprochando que avanzando mientras discutimos de cualquier tema que se complica. Nos empeñamos en desviar siempre al pasado las miradas que requieren de soluciones urgentes una mirada al frente y solo una hacia atrás para recordar si puede ser honestamente, cómo es que se ha llegado hasta determinado punto. De hecho, solo me he puesto a escribir para decir que no hay nada que desentone más en una conversación entre dos que un reproche inesperado. El reproche descoloca, es, cómo un golpe bajo, es, un puñetazo en pleno vientre si haber tensado los músculos previamente. El reproche fuera de tiempo y más si lo recibes ante testigos que nunca sabrán muy bien como reaccionar ni tan solo si han de reaccionar, es el chorro de agua fría que hiela sentimientos y paraliza la capacidad de reflexión . Un reproche fuera de lugar puede hacernos cabrear, puede disgustarnos, puede incluso llevarnos a una profunda decepción hacia una situación pero sobre todo ante una determinada persona. El reproche es inútil, el reproche es innecesario, el reproche es el fracaso que asoma cuando menos falta hace porque es imposible solventarlo. El reproche, es la parte mortal del orgullo y también es la trampa del progreso. El reproche ofende el amor propio y neutraliza las defensas que solo a partir de este, desearan desatarse en furia o en lágrimas. Y nunca, nunca conseguirá el propósito que esconde.

1 comentari:

Marciano ha dit...

Estas reprochando no es por nada, y públicamente.

Bon dia