No queda casi nada qué decir de la figura de Fernando Fernán Gómez, pero si queda algo por añadir, no será ahora, lo dirán los años, el tiempo que es el que engrandece o minimiza a ciertas personas o acontecimientos, no yo.
Lo vi por vez primera cuando tenía, creo, doce o trece años en la pantalla del televisor. No recuerdo que papel interpretaba ni en que programa, solo recuerdo que su manera de hablar, de dibujar los gestos de su cara, de entonar sus palabras, me absorbió. No solía entonces poder ver la tele a menudo, ya que hasta que no entro en casa el televisor, tenía que subir un piso más arriba y verlo en casa de mi tía Carmen, pero cuando lo hacía era casi siempre por la noche cuando algún acontecimiento especial, como por ejemplo el que me hubieran inyectado una dolorosa inyección de Gama globulina aquella tarde me lo concedía o, sencillamente, cuando no tenia que madrugar al dia siguiente. Más tarde entro en nuestra casa el televisor y recuerdo la ilusión y la parafernalia que monto mi padre mientras este gran aparato subía por el ascensor de Padilla. Recuerdo estar justo al lado de mi padre esperándola en el rellano, recuerdo que al abrir la puerta del ascensor una cosa muy grande envuelta con una funda roja esperaba en el suelo del ascensor y, como no, recuerdo la cara de orgullo de mi padre que por fin había podido comprar este artilugio que nos había tenido hasta aquel día alguna noche alejados veintiséis rellanos lejos de casa. Es curioso como no consigo recordar el día ni la marca del aquel televisor, pero nunca olvidaré la sensación al escuchar acercarse el ascensor hasta el sexto piso mientras esperaba junto a la ingente silueta de mi padre.
He tenido siempre la sensación de haber descubierto a este actor hace mucho tiempo, o quizá fuese él quien destapo mi criterio hacia el arte de la interpretación a muy temprana edad, la única afición que me ha interesado realmente. No fue solo Fernando, había algunos más que entonces aparecían en algunas series que la programación de entonces ofrecía. Estaba Lola Gaos, con su extrema delgadez y su penetrante voz, estaba Fernando Rey, las hermanas Gutierrez Cava (¿quién era Julia y quien Irene?), José Luis López Vázquez, Mª Luisa Merlo, … y estaba en otro plano pero estuvo, para que esconderlo, aquella niña quimera de cabellos de oro, Marisol: “Chiquitina, chiquitina, le dicen los muchachos al verla pasar, y la pobre chiquitina, quisiera ser tan alta como la luna…” A este país puede que le haya faltado imaginación y dignidad, pero no le han faltado grandes imitadores de la realidad e intérpretes de la ficción. Pero, Fernando Fernán Gómez estaba por encima de todos ellos porque al verlo actuar, aparecía ante ti la dignidad en persona de lo que representaba este oficio.Y no voy a enumerar de nuevo los éxitos que han ocupado su vida de actor, ya están hoy en todos los medios, simplemente quiero reconocer mi admiración hacia este hombre desde hace años y nombrar también a la que hasta hace unas horas ha sido su última compañera sentimental, Emma Cohen.
A ella, la conocí también hace mucho tiempo. Una tarde , Jordi, nos llevo al grupo de niñas de teatro a ver una obra. Al terminar, nuestro profe nos invito a pasar a los camerinos para conocer a los actores y actrices. Emma, era una chica de formidables ojos azules y voz suave que no puedo decir si era buena o mal actriz ya que tampoco recuerdo su papel en aquella función, pero de la que si guardo un entrañable recuerdo. Una a una, nos fue preguntando nuestras aficiones y preferencias y al llegar mi turno, después de no sé que haberle dicho además de mi nombre, me dibujo un salado pez con una breve dedicatoria que estampó con su firma. Al cabo de unos días, casi al finalizar el curso, Jordi nos instigó a Cristina Font y a mí a formar parte de la misma compañía de teatro a la que pertenecía Emma Cohen. Quién sabe, quizá si aquella expeditiva respuesta por parte de mi madre hubiera concedido un poco más de atención a mi ruego, ayer hubiera estado cerca de Emma dándole un abrazo. El caso es que la respuesta de mi madre fue rotunda y en aquella época, los niños y las niñas no discutíamos con nuestros padres y el caso es que aquella respuesta me sitúa a mucha distancia física de Emma pero no emocionalmente lejos. Emma, hizo algún pinito más en teatro y cine, pero al unirse con Fernando, prácticamente se apartó de este mundo, al menos de la parte visible de este mundo quizá porque este monstruo que tenia por compañero le llenaba más horas de las que disponía, quien sabe…
Los años unieron a Emma y Fernando, y ellos, este tándem tan peculiar siempre han estado unidos a mí de alguna manera porque hay recuerdos que no es imposible borrar. Son recuerdos que perduran mientras tenemos la posibilidad de pensar, son recuerdos que con los años crecen en vez de menguar. Son circunstancias únicas que nos hacen pensar que si nuestro pasado hubiera estado milimétricamente desviado hacia otro lado, nada de lo que existe en nuestro presente seria igual.
Y me alegro de que un personaje como Fernando Fernán Gómez tuviera la suerte de toparse con una mujer como Emma. Ella, apartada hace años de la escena, catalana, dulce, inteligente. El, sabio, trabajador, de carácter agrio, dicen algunos…¿Carácter agrio? Mi opinión es que a partir de determinada edad, hay que tener muy claro por quien tragas saliva y a quien mandas a la mierda, y Fernando lo tenía clarísimo. ¿Peruano o español? Que mas da, universal, pongamos. De mal carácter, trabajador, sabio, libre, disciplinado, buen conversador, etc, etc. Descanse en paz o, al menos, descanse…
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