Barcelona, 18 de Febrero del 2008. 9.15h:

Estamos en la Jefatura general de Tràfic. Entramos por la planta número 1 donde una larga cola espera para coger turno. Sólo para el turno. Al cabo de 20 minutos, nos toca, tocaría. Llevamos todo menos el certificado de la nueva tasa que ha de pagar el comprador de un vehículo cuando éste tiene menos de 10 años. No lo sabíamos, este impuesto funciona desde hace poco. Antes de que sea nuestro turno, alguien comenta que no dan turno hasta que ésta tasa sea abonada y la otra, la de la transmisión. La cola para coger número para pagar dicha tasa, está al fondo de la misma sala. Alberto, coge el número y se va abajo a pagar la tasa al banco. Sube, me dice que le han cobrado 587 euros. No está mal, esta cantidad redoblada va a hacienda directamente, después, se dirige a la larga cola que hay para pagar el importe de la transmisión. Son, 48 euros. Mientras él espera su turno para abonar dicha cantidad, le digo que voy a hacer cola de nuevo en la primera cola, la del turno para la transmisión. Hay gente delante de mí, pero por fin llega mi turno. Me dirijo a la señorita que no tiene más de treinta años, y le digo si me puede dar el turno ya que el comprador está en la otra cola esperando a poder pagar los 48 euros. Se lo digo en catalán, claro, me sale naturalmente: Em pot donar ja el número, si us plau? Ella, con cara de palo, responde: ¿Cómo? Puede que haya hablado con un tono demasiado bajo ya que entre ella y yo, hay un cristal con un pequeño orificio, observo. Le repito: Si em pot donar el número, si us plau. No la entiendo-responde de nuevo- Ahora, me queda claro que no es el tono de mi voz lo que imposibilita la breve comunicación entre Cara-palo y yo, es el idioma, mi idioma. La miro un momento y, ahora sí, con intención, le digo: Em dones el numero o encara no? Con la misma cara de palo que no ha abandonado ni medio segundo, me responde por fin: ¿ se refiere a la vez? Si. –Respondo-. Vull el número del meu torn. Con desgana me lo entrega y no me queda más remedio que esperar allí mismo mientras controlo nuestro turno. Observo y escucho largo rato a la estirada e inculta señorita funcionaria que atiende en esta taquilla número 15. Mientras espero, apartada un poco hacia la izquierda a que llegue Alberto, van pasando personas y personas a pedir número. Casi todas se dirigen directamente en castellano a Cara-palo, pero al fin llega un chico que lo hace en catalán, también. Sucede lo mismo que hace un rato. Cara-palo le dice ¿Cómo, no le entiendo? El chico, la mira extrañado y antes de que reaccione, me acerco y me dirijo a él y le digo delante de Cara-palo: Parla-li en castellà, i t’entendrà ¡ El chico sonríe, y le repite en catalán lo mismo. Ella, al fin le da el número al chico que se aleja sonriendo mordazmente. Mientras, sigo esperando a Alberto y a la vez al tanto de qué hace y qué dice Cara-palo. Siguen pidiéndole casi todas las personas en castellano su número, pero de vez en cuando llega alguien que le pide en catalán. No he contado más de cuatro, puede que cinco entre más de ochenta y tantas personas. Por fin, Cara-palo ya no pregunta: ¿Cómo? Y bajo mi fronteriza guardia, les entrega el numero a la primera a todos, le pidan en castellano o catalán. Pero su cara, su gesto, su peinado, su ropa y su espíritu siguen siendo de un insoluble color gris.

2 comentaris:

Unknown ha dit...

Jejeje, en Euskadi sería verdad que no te entienden si les hablas en euskara... bona sort!

Anònim ha dit...

merci:)