Hoy, he ido a ver a María. Hacía casi tres años que no hablábamos pero no hacía tres años que no pensaba en ella. A menudo pienso en ella. Fue hace un mes más o menos, que la vi de lejos por el Passeig de Gràcia andando con otra mujer, seguramente su hija, pensé. Si hubiera ido sola, hubiera corrido hacía ella para saludarla y darle un abrazo, pero no lo hice. Yo, estaba a varios metros de ellas, ella, no me vio y no quise importunarlas a ellas ni entorpecer mi camino para hablar rápido y en la calle. Fue a partir de aquel día que la vi desde lejos, que me propuse no pasar muchos días y llamarla. La semana pasada, después de hablar con Joan, cayó la gota que colma el cacho y antes de doce horas la estaba llamando. No llamé a su móvil, llamé a su consulta para hablar antes con su secretaria y pedir hora. Siempre, hasta hoy, cuando había ido a hablar con María no había pedido hora de consulta, simplemente la llamaba y quedábamos un día para comer, desayunar o tomar un café mientras nos explicábamos cosas mutuamente. Me gustaría conocer qué interés mueve a una mujer como ella hacia alguien como yo. No es que ahora vaya a rebajarme falsamente, pero no quiero presumir hipócritamente de una relación que limito con celo en cierto modo porque de intensificarla intuyo que estropearía, así que no he comprendido nunca su entusiasmo por mantener contacto conmigo, aunque sea esporádicamente, porque considero que no le aporto nada, absolutamente nada más que mis dos oídos para escuchar y mis dos ojos para mirarla y eso sí, mi completa atención y sentida veneración. Cosa que pensándolo mientras escribo, no es un sentimiento frecuente en mí. Decidí pedir hora para responder como una paciente más el tiempo que quería consumir con ella y así lo quería dejar claro y así lo ha entendido. María, es una mujer culta, tiene amigos y amigas en el mundo del teatro, en el intelectual, tiene amistades que la deben enriquecer lo suficiente. Siempre que estoy con María, me esfuerzo en no mostrarme como una mera paciente. Una, porqué no lo he sido explícitamente nunca, si su alumna por un breve espacio de tiempo, el suficiente para ensamblar un sólido lazo que por mi parte siempre estimaré de manera muy especial, dos, porque aún no he recurrido a ella cuando se trataba de mi, cosa que hoy ha aprovechado para recordarme casi a modo de reproche. Confieso que tenía cierto reparo en este encuentro, más que nada porque fui yo la que puso la distancia de casi tres años desde el último encuentro y no podía saber cómo me recibiría. Al fin y al cabo, ella es psicóloga y ante una mujer que además es psicóloga, no puedes dejar de imaginarte observada y víctima de un, aunque sea ligero, diagnostico. La última vez que la llamé fue a causa de la muerte de su marido. Me enteré por la radio y por la prensa y una vez transcurrido el tiempo suficiente para no agobiarla, la llamé para darle mi pésame y pasar un rato juntas. Me afecto mucho la muerte de su marido por ella, ya que no le conocía personalmente. Justo unos días antes de la súbita muerte de Pep Muntanyés, coincidimos con ellos en el LLiure. Igual que hace un mes, no me acerqué a ellos ni ella me vio así que decidí aquel día también, no interrumpir su momento de intimidad porque además no me interesaba especialmente. María y yo, nos conocimos en un lugar lejos de los maridos, de los hijos y demás cuestiones personales y lo que nos unió después de aquellas breves y castradas clases, fue otra cosa, fue admiración y reconocimiento por mi parte que honré hasta la lealtad en momentos complicados y, por su parte, intuyo que en un principio, gratitud. Como siempre, ha estado encantadora. Y cuando yo me refiero a alguien que me parece encantador, no me refiero a alguien que sonríe siempre, que siempre ríe o te dice lo que deseas oír, no me refiero tampoco a alguien que se desvive en el trato hacía ti o que te ofrece el oro y el moro. Cuando digo que ha sido es y será encantadora, simplemente intento decir que de una manera sencilla, relajada y clara, María sigue abriendo puertas. Hoy, después de casi treinta y seis meses, también.
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