A veces, desearías llorar pero es imposible hacerlo. Hay momentos que la mente quiere llorar y el corazón se lo impide, o puede que sea a la inversa y es la mente quien no deja que el corazón llore aunque los dos, corazón y mente, uno triste y el otro lúcido, están unidos en un acuerdo sereno: La muerte a veces, es un regalo de Dios.
Después de unos días de abandonamiento alejada de casa, alejada del día a día y cerca del mar, suena el teléfono para anunciarte la muerte de una persona muy querida, Genoveva.
Genoveva, es mi prima porque se casó con mi primo y a la vez padrino, Manel, y también era la hija mayor de la portera de Padilla. Hace ya muchos años se enamoraron y decidieron casarse y tener tres preciosas y buenas hijas que la querían y lo demostraban, además. Genoveva, era rubia antes de perder su cabello en las sesiones de quimioterapia. De un rizado rubio de finos cabellos y unos ojos azules de un azul de mar, precisamente, que siempre estaban muy abiertos buscando todos los pequeños detalles que tu creías invisibles a simple vista. Para Genoveva, era fácil descubrir la falsedad de una correa en un reloj de marca o saber si unas perlas eran autenticas o un fraude solo mirándolas a cierta distancia. Por otra parte, Genoveva no era demasiado presumida y siempre estaba peleando entre su hambre y el maldito régimen que no abandono en toda su vida aun sin obtener de aquella fidelidad, demasiada correspondencia. Si algo admiraba de ella, es que siempre estaba dispuesta a reírse de si misma y de quien se prestara o diera pie a hacerlo. También la alegría que demostraba al encontrarse con cualquiera de nosotros en el rellano de la escalera de Padilla, o en una celebración familiar, o cada 1 de Enero en su casa donde se seguía celebrando sin falta cada año Sant Manel, y en la que nunca faltaba nadie porque las risas y evocaciones familiares estaban asegurados. A ella fue a quien confesé mi supina ignorancia a los 17 antes de subir al altar, y ella fue quien me desveló con naturalidad, y también con risas, algunos de aquellos secretos que a nadie más, ni siquiera a mi propia hermana, hubiera consultado nunca. Genoveva, era robusta y necesitaba de aquella robustez física para resistir los años de mucho trabajo y esfuerzo que la esperaban y desempeño en aquel puesto del mercado de la Sagrada familia. Genoveva, tenía un buen culo y grandes caderas, decía, pero eran más grandes sus reaños que le sirvieron para resistir, igualmente, el compartir los escasos ochenta metros en aquel piso de Padilla que nunca abandonaron, en el que ha muerto, y en el que ha vivido muchos años al lado de su marido, sus tres hijas, su suegros y con Mamen, la señora que había cuidado de su marido cuando era pequeño y que éste no quiso abandonar a su soledad en le vejez. A pesar de todo ello, Genoveva, era capaz de sacar el humor de donde quedaba un cacho y transmitirlo. Pero un buen día, hace ya más de un año, justo cuando comenzaba a disfrutar de su cosecha, le detectaron un cáncer que la ha llevado después de dos operaciones a casi una total inmovilidad y ha ido borrando de ella prácticamente todo, excepto su sonrisa. Esa sonrisa infantil, quizás inconsciente o quizás no, que ha mantenido hasta ayer . Pero, esta maldita enfermedad no solo ha acabado con ella, sino con algo de todos nosotros. Se acabaron los días 1 de Enero en casa de primo . Se acaba con Genoveva la parte viva de una familia , la versión fresca y alegre de lo que debiera ser siempre. Con Genoveva , se acaba un ciclo también para mi que recordaré mientras viva porque ha sido autentico .
Bon repos, Genoveva. T’estimem.
A veces, crees que no vas a poder llorar nunca algo que te duele y las lagrimas aparecen por el motivo más absurdo. Cuando al otro lado del teléfono alguien te pregunta qué flores deseas enviarle, o qué dedicatoria ha de acompañarlas y quisieras reflejar en estas todo lo que sientes y no puedes porque no hay flor ni dedicatoria breve que sea digna. Simplemente y por fin, lloras.