"Els burgesos són beneits. Vosaltres, adoradors de la bellesa, que em trobeu flegmàtic i sense deler, hauríeu de pensar que hi ha un temperament artístic tan profund que, a causa del seu origen i del seu destí, no troba frisança més dolça ni més digna que la que sent cap a la delícia de la normalitat”. (“Tónio Kröger”, de Thomas Mann)


He leído esta mañana un artículo que incluía éste bello párrafo donde el protagonista hace referencia al hecho de no sentirse identificado en ninguno de los dos mundos que le adjudican personas de ambos. No se siente un burgués, como le piensan los artistas, ni se siente un artista como le reprochan los burgueses y considera complicado vivir entre los dos mundos, que uno por condición y el otro por devoción, ha conocido. Y así, relata su inquietud y justifica su propio mundo:
"Los burgueses están bendecidos. Vosotros, adoradores de la belleza, que me consideráis flemático y sin sentido, tendríais que pensar que existe un temperamento artístico tan profundo que, a causa de su origen y de su destino, no encuentra agitación más dulce ni más digna que el que siente y encuentra en la delicia de la normalidad."

Y puede que, precisamente, en ésta capacidad de amar esta normalidad alcance su poder el autentico artista que con su pluma, pincel o sus manos, es capaz de reflejarla de un modo inteligente que significa, a su vez, entendible para cualquier sentir que aun sin ser capaz de distinguir la esencia que empuja al artista, si lo es de captarla en todo su grandeza y esplendor