La única forma posible para no sentirse mal por ser la persona mas egoísta del mundo por el hecho de desear pequeñeces cuando tienes caudales, es la de comunicarse y expresarlo. De repente, te das cuenta que cada ser humano desea lo que ha perdido o lo que nunca ha tenido y desearía tener. De repente, piensas que no estas solo en este mundo de egoístas y que si tanto egoísmo hay en este mundo, debe ser por alguna razón más que sostenible. Debe tener alguna explicación irrefutable esto del egoísmo cuando todos, por muy bien que estemos, cuando hacemos A, pensamos que también podríamos estar haciendo X, y seguramente nos haría sentir más felices. Piensas, que la única manera de estar haciendo algo que no te haga pensar en otra cosa mientras lo estas haciendo, sean algunas causas colectivas en las que crees y que sin dejar de tener este punto de partida propio de la supervivencia que nos convierte en seres, simples seres egoístas, alejan el sentimiento de culpa y acercan el de responsabilidad hacia un compromiso que se adquiere en bien propio y en el de un colectivo que espera de quien lo emprende lo que uno mismo, sin un líder, jamás osaría empezar. Es así pues, cuando voluntades débiles se convierten en fieros lobos al estar en grupo y al encontrar su presa la devoran sin piedad. Y cuando se convierten en fans o admiradores y lo expresan a gritos, aplausos o desmayos. Es así cuando existe una razón escondida entre tantas almas y alguien, en un gesto que imagina heroico, la descubre haciéndola su lucha, su complicada batalla por la que es capaz de perderlo casi todo. Es así cuando la persona deja de sentirse mal por ser egoísta y se recrea en la ilusión de un hecho revolucionario que es capaz de cambiar su existencia y la de otros. En el fondo, pero, tampoco estas batallas que se emprenden en grupo, están exentas del mas puro egoísmo y solo las exculpa de tal vil sentimiento, vil, o sencillamente natural, el hecho de estar respaldadas por una gran minoría o una pequeña mayoría que hace verlas con ojos más puros y les ofrece un margen, un ligero consentimiento que puede acabar en gloria y victoria, en desastre, o en nada.
Es el instinto de supervivencia el que nos mueve desde que nacemos hasta que aflojamos amarras y nos rendimos, incluso, al hecho de abrir la boca para nutrirnos. Es un instinto el que nos guía y nos ilumina mejor o peor toda nuestra vida. Es esta necesidad de sobrevivir a nuestros sueños, quimeras o deseos quien nos empuja a alimentarnos, a aparearnos, a escribirnos, a sindicarnos y a guerrearnos desde el primer llanto hasta poco antes del ultimo suspiro. Debe ser éste, pues, el mas noble y entendible motivo que te empuja, nos empuja, para poder aprender a militar y a resistir en el olvido de una existencia, a veces, incomprensible pero siempre deseada.