Al asomarme a primera hora a esta ventana que a veces, se cierra hermética, y otras, se abre muy explícita a un mundo admirablemente extraño, lo primero que he leído es una noticia curiosa: Un señor de Orihuela, ha decidido avisar a los presuntos ladrones que podrían estar pensando en asaltar su casa a media noche, de que allí no tienen nada que hacer. Algo que podría parecer un perfecto cebo para cacos y cacas entrenados, se convierte en un inmenso anuncio donde cualquier persona que pase cerca, va a saber quien vive en aquella casa y cómo, y desde luego, sabrá que la familia en cuestión, guarda su dinero, si lo tiene, lejos de ella y en la casa, no hay joyas ni nada singularmente atractivo que no puedan encontrar en cualquier otra casa. "Si deciden pese al aviso entrar a robar, les agradecería que tocaran el timbre y amistosamente, podemos arreglarlo "- Añade-.
No es mala idea invitar a que entren en tu casa a sustraer todo lo que hay en ella, mientras no te den un susto de muerte o algo peor. No es mala idea. De hecho, una noche hace unos meses, tuve la misma idea mientras sentía las gotas de sudor deslizarse por mi cuello y espalda porque escuchaba turbadores ruidos que no identificaba y sentí que todo en mi se paralizaba lentamente, todo, menos las glándulas sudoríparas y el pensamiento que tan voladero es cuando quiere. A veces, el miedo, no significa un acobardamiento al hecho directamente, si no a las consecuencias derivadas al hecho en cuestión, que no sabes muy bien por donde se encaminaran, el hecho en sí, suele ser algo peyorativo que podría solucionarse en confianza. Si quiere usted robar, avíseme y llame al timbre, se llevaras lo que quiera, pero civilizadamente y me ahorrara un buen susto y se ahorrara tiempo y riesgo. Es una idea nada delirante en un mundo incierto en el que nunca sabes que puede pasar ni en el que puedes confiarte. Es una buena idea invitarlos a tu casa a robar cuando sabes que pueden hacerlo sin sobresaltos ni sucesos infortunados. De hecho, es algo que los ciudadanos hacemos continuamente cuando entregamos nuestro número de teléfono, carnet de identidad, nuestra tarjeta de crédito o la dirección de nuestro domicilio sin ser muy conscientes de ello. Invitamos a desconocidos a asaltarnos varias veces al mes, al año, y nadie lo considera noticia ni excepcional. Tuve la misma idea aquella larga noche que acabó en ningún asalto que no fuese al de mi sosiego y que concluí resumiéndolo escribiendo no recuerdo qué a las tres de la madrugada. Solo que, yo, fui un poco más allá en los prejuicios de dicha idea, y pensé que tendría que colgarlo en varios idiomas para que resultara completamente efectivo. ¡Quién sabe ¡ Puede que de aquí nada, surjan empresas destinadas a crear y traducir en distintos idiomas letreros-anuncio para colgar en las fachadas de nuestras casas que nos distingan de otros, si mas no, por ser pobres, precavidos y en los que podamos canalizar nuestro miedo a costa de parecer ilusos, pero en los que podamos desplegar nuestro ingenio con contenidos refinados adornados de varias formas y colores.