He leído un artículo en el Avui, que explica cómo algunos escritores como, Hanif Kureishi, por ejemplo, han llegado a ser denunciados por miembros de su propia familia por haber esparcido en alguno de sus libros publicados, la parte más fea de lo que pasaba entre las paredes de su propia casa y descubrir los trapos sucios que aun estaban por lavar. Hablaba yo, hace poco por no sé qué pagina de este blog, sobre la paciencia que han de tener algunos familiares que aman y conviven con personas que escriben, aunque estas solo sean aficionados a la escritura. Pero, claro, una cosa es tener paciencia porque sabes que tu escritor-a , el que tienes en tu casa, no al que lees, está largas horas sustraído nadie sabe dónde, confinado en aquella habitación poco iluminada, demasiado ahumada y lo justo apartada de cualquier ruido que pueda alejar su concentración, y otra cosa es, aguantar que tu ex marido, tu hijo o tu hermana sean escritores y te despellejen públicamente o esparzan historias que deberían ser intimas. He dicho deberían, porque solo es un supuesto que los trapos sucios tengan que ser lavados en casa. ¿Y si en casa no hay lavadora? Pues, efectivamente, habrá que llevarlos a lavar donde sea, pero habrá que lavarlos alguna vez.
La hermana del escritor citado, Yasmin, ha sido la que públicamente se ha quejado de ver a su propia familia reflejada en el libro que su hermano ha publicado. En éste país, si algo así sucediera, diríamos que Hanif y Yasmin, bien pudieran estar confabulados para dar más publicidad al libro en cuestión porque ya es sabido que las historias reales si evocan alguna polémica, si las excede el morbo, venden más fácilmente. Cuando una madre demuestra su enojo y lo hace con una destemplada frase como la que ha hecho pública Lucie Ceccaldi, madre del escritor Michael Houllebecq, no se acaba de saber si es un firme toque de atención a su hijo o una invitación a un adormilado público: “Si vuelvo a ver mi nombre en alguna de tus historias en cualquier libro, te caerá un golpe de garrote que te hará saltar todos los dientes”
Explicar que un personaje de tu novela era una mujer huraña y dormía con los jóvenes estudiantes a los que alquilaba las habitaciones de su casa y que salga tu madre identificándose en público, o que tu tío era un inútil alcohólico y levante el dedo para avisar que aún sigue ahí, es algo pintoresco que no solo resuelve fantasmas internos a quien lo explica, si no que acaba al tiempo con cualquier resto de ropa sucia que quedara en aquella familia. Bien por ellos, pues, por los que lo han escrito y por los que han leído y han dicho: ¡Esta soy yo! Al menos, se han atrevido a afrentarse a ciertas cosas que muchos consideramos íntimas pero desearíamos publicar a los cuatro vientos para que el sosiego interior llegara y la necesidad de venganza dejara de tantear nuestra paz. Hay familias, que merecen estar pasmadas entre las miradas y juicios alternativos, ni que sea por un tiempo. Diría, que cualquier familia lo merece. Ojalá cundiera el ejemplo. Las vivencias o pensamientos que plasma un escritor en su obra, no han de arrastrar con la responsabilidad del zumbido que causa en sus lectores, pero si provocarlos. Lo que hagan con dicho zumbido, la forma en que lo gestionen los lectores, ya no es su problema.
Y si no, que sigan el ejemplo tan inglés del hermano mayor de Julian Barnes: ¡Mutis!
2 comentaris:
Buah, la literatura y lo que no es la literatura... las obras de arte están plagadas de referencias a las vivencias personales de sus autores.
Por ejemplo, el suicidio de Liu en el acto III de Turandot parece hacer referencia al suicidio de una criada de Puccini, amante de éste e incitada por su esposa.
Elgar describe a su querida esposa en una de las primeras variaciones... y reserva la penúltima a una amante, muy cerca de la última, en la que se describe a si mismo.
Houllebecq es un escritor curioso... cuanto menos!
Parece ser que la diferencia está en que estos escritores que cita el artículo, han puesto nombre real (algunos solo iniciales), a sus historias publicadas.
bon día !
Publica un comentari a l'entrada