Al ausente

Estar atollado, estar fuera de territorio sabido, estar sin estar y resistir. Parecía fácil, si no fuera tan complicado y salen las perezas del hábito a recelar ruidos y fantasmas que no había en una luz siniestra que escondía bajo la cama un nombre que era común. No era el nombre de una mujer, era el nombre de una ciudad que centelleaba en la noche más que nunca en un soñar despierto. Sueños, ambiciones atascadas en un hotel de cuatro estrellas y con demasiadas llaves te indican que no estás en el lugar preciso, ahora, hoy. El tiempo te señalará si resistir es de valientes o de indecisos. Sal sin miedo a la calle y al mezclarte observa tu aliento, si quema o es libertino y fiel. No inclines más de la cuenta la cabeza no vayas a marearte de nuevo. Las disciplinas solo son buenas si un propósito te espera. Las disciplinas solo sirven cuando el compromiso eres tú. Por las anchas calles camina paso a paso, acelera si hay que evaporarse. Detente cuando algo te pare y exhala el olor a verde que te protege del movimiento inclinado. En la selva, también hay cárceles. Ten cuidado con los leones. Y también ten cuidado de los pájaros que silban a tu alrededor la melodía del sometimiento disfrazado de cifras y ausencias