Probablemente.
Es
viernes de la primera semana de mayo. Coges un autobús para
acercarte a la zona alta de la ciudad. El 73 empieza su recorrido en
la Plaça J.F.Kennedy. Una vez has hecho lo que tenias que hacer te
diriges al punto de salida para regresar a casa. Corres todo lo que
puedes. Ves que el autobús está en el punto de partida. Corréis
una señora y tu. El conductor cierra las puertas delante de vuestras
narices. Arranca y se detiene un metro más allá de la parada porque
el semáforo está en rojo. La señora que te precede da un par de
toques en la puerta para que el conductor se apiade de la galopada.
El conductor, con cara de malas pulgas, mira de reojo pero no abre la
puerta. El semáforo se pone en verde, el conductor arranca y se
aleja. Tenéis que esperar al próximo. Puedes comprender que son las
normas, igual que entiendes que hay algunas normas bastante estúpidas
que aumentan cuando la arrogancia se impone. No es la primera vez
que distingues a un conductor de TMB por su preponderancia pasajera.
Debe ser la altura en la que se sitúan que causa tales efectos
engañosos. Puedes observarlo en algunas carreteras o autopistas
protagonizada, esta vez, por algunos conductores de camión. Los
camioneros no son lo que eran. Tampoco. La altura tendría que
inducir a la compostura pero ésta parece haber perdido toda razón
de ser. Nos lo muestran las máximas autoridades. ¿Qué puedes
esperar de un conductor izado en un parapeto errante?
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