Afegeix la llegenda |
Me levanto temprano
porque me da igual que sea lunes que sábado. He llegado al punto
que lo que hago en un sábado puedo hacerlo el lunes o el martes.
Gran privilegio de pocos. Mis compromisos laborales, familiares y
sociales han menguado con el tiempo a medida que ha crecido mi
capacidad de decidir . Creo que es un privilegio donde los haya, y lo
creo, porque he vivido intensamente la presión de no tener tiempo
ni para plantearme la duda. Hoy, sábado, me levanto como siempre,
entre las siete y siete y media de la mañana pero con menos cosas
que hacer que el miércoles, jueves o el viernes. Mi reloj biológico
parece ignorarlo, o lo sabe, y decide ganarle tiempo a lo
prescindible. Me levanto, hoy, sábado y desayuno un zumo de
naranja, un café con leche y un y trozo de bizcocho comprado ayer.
Me siento un rato en el ordenador hasta que creo haber leído todo lo
que me interesa o pudiera sorprenderme de la actualidad. Repaso mi
correo y leo un mail de mi amiga que me reenvía una carta de
J.Otero* que no soy capaz de averiguar de donde ha salido. Salga de
donde salga no pasará de largo. Un gallega afincada en Barcelona
declara tener dos patrias y se extiende en la historia para explicar
que en Catalunya hubo un conde llamado Borrell II que supo defender
el Condado desde el 986 hasta el 1167 año en que se unieron los dos
reinos, el de Castilla y Aragón por problemas de sucesión en el
primero, manteniendo aún unidos, sus leyes y privilegios
independientes. Sigue pero yo no sigo más hasta saber más. Cierro
el correo, cierro el ordenador y me dispongo a completar algunas
tareas domesticas esenciales antes de cerrar la puerta tras de mi y
salir a caminar. Ando cuarenta y cinco minutos hasta que me
encuentro con mi hijo para decidir que cortinas ponemos en su
dormitorio. Hace meses que estamos debatiendo la cuestión: él
quiere ir a Ikea y yo quiero evitar ir. Tras el paseo con mi hijo,
vamos al mercado y encargamos unas pizzas que no encontramos en otro
lugar que no sea esta charcutería del barrio de Gràcia. Mientras
las hacen, decidimos irnos a tomar algo cerca del mercado y le
expreso mi satisfacción al verle, por fin, sus bonitos ojos azules
sin aquellos cristales anti-miopías que los empequeñecían. Sonríe.
Hacia tiempo que lo miraba de lejos, de lado o de abajo arriba
porque es bastante más alto que yo, pero sentado frente a mi, tan
cerca, por fin puedo reconocer que su decisión de operarse ha sido
acertada. A menudo los hijos no se nos parecen y han de ser más testarudos que sus
progenitores para demostrarles que pueden estar equivocados. Quizá
debería ceder e ir a Ikea a por sus cortinas. Nos vamos a casa en
metro, preparo la comida, comemos juntos y cada cual se recoge en su
rincón preferido. Cedo entre sueños mientras oigo el denso dialogo
de Damages. Pasa la tarde en un santiamén, son las seis. Nos
despedimos de mi hijo hasta mañana. Estamos citados en el cine con
una pareja de amigos. Esta vez he decidido yo la película aunque sé
que va a aburrir a la mitad de los cuatro. En la casa (Dans la
maison) Titulo de la película
de François Ozon. Efectivamente, les aburre, pero a mi no. (Siempre
hay una forma de entrar) . Como al joven protagonista, me siguen
fascinando las ventanas de la casas ajenas aunque, al contrario de
él, me conformo con imaginar lo que hay detrás de sus cristales y
no deseo entrar en ellas. Pero hay quien entra y no sabes como
echarle . Realidad o ficción, he aquí el dilema.
(Continuará...)
* A estas alturas
parece que la periodista gallega ha denunciado la publicación de
dicha carta por no haberla escrito ella.
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