Tras
una charla con mi hijo Joan sobre mis reticencias en cuanto a la
versión oficial de las causas del fatal accidente de avión, ya que
acostumbra a mostrarse bastante critico y es muy aficionado a todo lo
que respecta a la aviación, me ofreció esta respuesta: “Yo sí
las considero creíbles, aunque no sean definitivas. Es más fácil
que falle el ser humano, por cualquier razón o circunstancia, que
un aparato de estas características. Estos aparatos son como una
madre ante un juguete de su hijo, si hace una tontería, se lo quita
de las manos, y las grabaciones parecen indicar que la desconexión
del piloto automático solo se explica si deseas bloquear dicha
protección” . Tras ecuchar su argumentación tan descriptiva,
pensé sobre ello y sigo en ello, quiero creer que no es así, que no
debería ser así, aunque todo parece indicar que así es.
Porque
a pesar de todo, sigo confiando en las personas y prefiero agarrarme
al hecho de que falle una máquina que un ser humano. En Seynes –
Les Alps, hay evidencias para apostar por la confianza. Hay personas
batallando con su miedo y su estómago para cumplir con su trabajo,
hay vecinos y psicólogos para dar consuelo a personas que no pueden
hallarlo por si solas , hay un
pueblo abocado sin ninguna condición.
Gracias
a esta conversación con Joan he recordado que para opinar es mejor
tener un buen argumento que buenas intenciones. Lo sabía, solo que,
a veces, puede más el deseo que la contención. Tenemos acceso
directo a la imbecilidad más que nunca, también podemos observar
como nunca, quien hay al otro lado: Personas calladas y
comprometidas.