Pretexto (IX)

18 d'Abril

No nos engañemos, cuando llega nuestro cumpleaños, siempre esperamos de las personas que queremos algún detalle, aunque éste llegue en forma de tarjeta postal, mensaje de móvil o un perfume para nuestro ropero. Puede que si tenemos mucha comfianza a estas personas, incluso las avisemos para que no se olviden de felicitarnos en un día como éste, porque de lo que se trata es de eso, de no hacerles sentir mal por despistarse y de que sepan que si se nos pasa alguna vez el suyo, no se sientan mal y no se olviden de nuestro despiste. Y desde luego lo hacen, responden y nos llenan de alegría. Luego, puede ser que incluso en un día como éste, haya alguna decepción que mañana habremos olvidado, y como en éste caso, algunas gratas sorpresas. La sorpresa es siempre algo inesperado, algo que por casualidad o por alguna lógica olvidada o desconocida nos cae encima y nos sorprende. En éste caso, ha sido mi curiosidad y mi incultura lo que me ha dado una de las dos sorpresas del día. La primera, ha llegado éste año de un lejano compañero con el cual mantengo una relación bastante esporádica pero cordial y sincera, y del cual no esperaba hoy ni los buenos días. Gracias de nuevo, por si además tienes el detalle de leer por aquí alguna vez. La segunda sorpresa ha venido por mi, a veces, falta de pudor e ímpetu que me lleva a preguntar cuestiones que quizá hasta puedan parecer ridículas para muchos. Incluso para mi cuando me paro a pensar después de haberlas soltado. El profesor M. Colomer no lo ha visto de éste modo a juzgar por su respuesta privada que ha tenido la amabilidad de enviarme vía mail, y que yo he tenido el honor de recibir a modo de respuesta que me aporta un poco más a mi precaria sabiduría. A veces, podemos sentirnos mal por cualquier estupidez y montamos un cirio por una majadería, otras veces, cualquier sencillo pero generoso gesto lo convertimos en un valioso regalo .