Ya he contado otras veces como me suele pasar a menudo, encontrar cosas que me interesan cuando no las busco especialmente. Una vez leí algo sobre las búsquedas, sobre los encuentros que hacia referencia a esta especie de suerte casualidad que a veces aparece cuando menos la buscas. No es que pretenda decir que las cosas buenas hay que esperar a que nos lleguen. ¡Pobres de nosotros, los mediocres, sin investigadores, sin estudiosos, sin personas que persiguen ideas y consiguen plasmarlas con esfuerzo, constancia e ilusión ¡ Pero también es verdad que existe algo que dicen es la suerte del tonto, y esta, a mi, me ha visitado más de una vez. La escritora que acabo de encontrar tan solo hace unas horas, es Julia Navarro, no diré que la conocía ni que había oído hablar de sus dos libros, puede ser que haga ya mucho tiempo que alguno de sus libros sea conocido, reconocido e incluso que sus novelas hayan sido besteller y yo no me hubiera enterado, no lo sé, como tampoco me extrañaría dado el titulo del primero: La hermandad de la Sábana Santa, puesto que es un tema que atrae mucho, pero yo la h encontrado hace poco y viendo un video que la autora regala a los internautas para conocer el proceso de su oficio, ha despertado mi curiosidad lo que explica el primer capitulo de su segundo libro, La Biblia de barro. Y lo ha hecho porque toca un tema en profundidad, el arte, y parece que responde a una pregunta que yo misma me he hecho muchas veces mientras visito un museo o cualquier lugar donde se refugian y lucen tales tesoros: ¿De qué sucia manera habrá llegado esto hasta aquí? Esta novela histórica parece ponernos en el camino hacia la respuesta, o si mas no, lo intenta. Os dejo un texto que la autora ha escrito para los interesados y voy a tener que copiar a mano ya que no me permite copiar y pegar:

El saqueo de obras de arte y el lucrativo negocio al que responde es una depredación que hunde sus raíces en la historia. En todas las épocas y en todas las civilizaciones hubo ladrones de tesoros artísticos. Tras las horas de incertidumbre que siguieron a los primeros bombardeos en Bagdad y otras ciudades iraquíes, traficantes de arte internacionales ayudados por obra de mano local aprovecharon la confusión del momento para saquear los museos. De el mueso de Bagdad desaparecieron más de trescientas mil piezas catalogadas . En el de Babilonia, el que se encuentra tras la mítica puerta de Isthar, la de los vidriados ladrillos azules, no queda nada. Está vacío, solo algunas fotografías que reflejan las obras de arte que atesoraba el museo, dan fe del gran expolio. La guerra proporcionó la gran cortina de humo tras la cual los saqueadores de tumbas de antaño se reencarnaron en ladrones y traficantes de obras de hogaño. Es un gran negocio.
En el Egipto de los faraones construían laberintos en el interior de las pirámides y las sellaban alertando de la maldición que caería sobre quien se atreviera a turbar el reposo de los muertos, pero sabemos por los relatos de los papiros que nada detenía a los saqueadores y que ya en tiempos de las primeras dinastías el castigo para los ladrones de tumbas era terrible: los enterraban vivos.
En el museo del Louvre en Paris, El Museo Británico en Londres, el museo Estatal de Berlín, albergan joyas que un día estuvieron en Babilonia, en el Valle de los Reyes, en Atenas. En Pérgamo, en la antigua Roma.
El descubrimiento y saqueo de las ruinas de Pompeya y Herculano, las ciudades del sur de Italia que perecieron sepultadas bajo la lava del Vesubio, fueron también fuentes de un trafico clandestino de obras de arte.
En el British Museum pueden verse los mármoles del Partenón de la Acrópolis de Atenas que un desaprensivo embajador inglés (David Bruce, Lord Elgin) “compró a un gobernador turco venal (que vendió lo que no era suyo). En Berlín está el Templo de Zeus de Pérgamo (Turquía) que aunque de factura helenística (y por tanto anterior a la llegada de los turcos a Anatolia) el actual gobierno de Ankara reclama.
La “Domus Aúrea”, una de las “casas” de Nerón, cuando salió a la luz también sufrió la visita de los ladrones

Julia Navarro