Bernard Devauchelle, cirujano que dirigió el primer trasplante de cara de la historia

Nací a mediados del siglo pasado en Amiens, estudié allí y me especialicé allí: nunca necesité dejarla para ser buen médico. Fui bien educado por los jesuitas. Mi político favorito era De Gaulle, pero no era un político. Soy anarquista y monárquico. Colaboro con la clínica Planas

Isabelle se levantó un día tras haber tomado pastillas para dormir y fue a encenderse un cigarrillo, pero no se encontró la boca... ... Fue a mirarse en el espejo y allí, en lugar de su boca, había un agujero sanguinolento y, alrededor, su rostro se había convertido en masa informe de piel, carne y tejidos que su perro había desgarrado...
... Cuando nos pidió ayuda, era una mujer sin identidad, poco menos que un monstruo. ¿Cree usted que podía denegarle esa ayuda?

¿Alguien lo cree?

Pues sí. Alguien lo cree. Hemos sufrido críticas, yo creo que injustas, de puristas que afirman que un trasplante sólo es justificable en caso de vida o muerte...

Isabelle era una muerta social.

Otros apuntaban que si podíamos utilizar una prótesis, ¿para qué trasplantarle el rostro de un cadáver? Aún estamos en el centro de un gran debate científico-ético, por eso los siguientes trasplantes de rostro se están cuestionando y revisando con lupa... ... Hubo algún colega que pronosticó que Isabelle acabaría arrancándose el rostro trasplantado presa de terribles traumas.

¿Cómo está ahora Isabelle?

Bien, muy bien. Han pasado dos años y medio desde el trasplante. No tiene secuelas y lleva una vida normal.

Supongo que supervisan su evolución.

Desde luego. También un psiquiatra.

¿Cuándo supo que había ido tan bien?

El día en que Isabelle me dijo que había ido al cine y nadie la había reconocido.

¿Fue un trasplante complejo?

No le voy a aburrir con detalles quirúrgicos: los ha publicado Lancet.En realidad, el procedimiento en sí del primer trasplante de cara no es técnicamente espectacular.

El efecto sí que lo fue.

Ese es nuestro principal problema. Hemos sufrido la misma presión mediática que en su día el doctor Barnard con el primer trasplante de corazón: tuvo que trasplantarse un corazón para que la humanidad admitiera que sólo se trataba de un músculo.

¿Qué le criticaron como a Barnard?

Que practicábamos medicina espectáculo, pero la respuesta que siempre me he dado ha sido una pregunta: "¿Puedo ayudar a un paciente? ¿Puedo...?". Si puedo, lo hago.

¿Qué es una cara?

Si quiero provocar, le diré que un rostro humano es sólo un trozo de carne y un amasijo de tendones y tejidos...

Pero no va a decirme sólo eso.

Porque es mucho más. Esos tejidos sobre nuestra máscara facial experimentan una singular transustanciación.

Término místico.

Porque lo que logra un rostro tiene algo de místico: la carne se transforma en emoción, en expresión de sentimientos, pasa de la emoción a la carne y de nuevo a la emoción que contagia en los demás...

Pero el rostro de Isabelle no es suyo: se lo trasplantaron de un cadáver. .

.. Se me ocurre que un rostro es como las flores japonesas sumergidas en agua y que de repente florecen: son materia, pero en un instante son emoción.

¿Pero son sus emociones?

Usted me está preguntando si la cara de Isabelle es hoy la suya. Si Isabelle con el rostro de otra persona sigue siendo Isabelle...

Sí. Eso le pregunto.

¿Qué es la identidad? "La gente - dice Rilke- tiene multitud de caras: cada uno de nosotros tiene miles". Usted mismo no se reconocería si acortara su mentón cinco milímetros...

Otro día, doctor, gracias.

Si lo hago, se mirará de frente y dirá: "Soy yo", pero de perfil dirá: "No soy yo".

¿Qué hace que mi cara sea mi cara?

La máscara ósea que se encuentra bajo ese amasijo de piel y tejidos que ahora hemos trasplantado: ahí está la clave de la individuación facial. Por eso el resultado del segundo trasplante de rostro que se ha realizado en China no ha sido tan bueno, porque han implantado hueso.

¿Isabelle se reconoce de frente y perfil?

Isabelle ha recuperado los tres tipos de identidad que todos tenemos: esa personal que depende de la máscara ósea; la colectiva, que sería nuestra capacidad de reconocernos en un grupo, de no ser un monstruo: es esa posibilidad de no distinguirte que hace feliz ahora a Isabelle cuando va al cine...

Un alivio, ser anónimo.

... Y una tercera identidad legal, judicial, administrativa, cuyo reconocimiento depende en parte también de nuestros rostros, que forman parte de nuestra individuación.

¿Isabelle la ha recuperado?

Sí, porque aunque sabe que ese trozo de cara que le hemos trasplantado proviene de un donante muerto, la ha reconstruido.

¿Prepara usted más trasplantes?

Existen enormes presiones dentro y fuera de la profesión para frenar la normalización del proceso. Y me temo que la presión mediática no nos ayuda en absoluto. Me refiero al sensacionalismo de ciertos medios...

No es el caso.

Lo sé. Usted es serio, pero las autoridades tienen miedo de ser acusadas de ligereza si permiten más trasplantes de rostro.

¿Y usted qué piensa hacer?

Yo sólo me he propuesto ayudar a mis pacientes. Tengo uno que reúne todos los requisitos para un trasplante y haré todo lo que pueda para ayudarle.


Caras muy caras
El doctor Devauchelle recuerda que, a partir de cierta edad, cada uno es el único responsable de su cara... Y hoy además, digo yo, de pagársela. Así que más que nunca la lectura de caras o fisiognomía no es mera especulación, sino fundado análisis de personalidad, completado por una sentencia del propio doctor: "Nuestra piel es el pergamino en el que escribimos la historia de nuestras vidas". La de Devauchelle hace juego a la perfección con sus bifocales con aire de impertinentes, gran instrumento para interpretar su discurso sobre la ética médica y la ayuda al paciente con bello aparato de citas literarias y científicas. Y ese puntito esnob y charmant retro de gaullista, ergo monárquico.
LLuis Amiguet. La Vanguardia