Salían del Royal, algo parecido a una brasserie de pueblo en un pueblo en el que nada es una especialidad, y para hacer tiempo hasta que salieran los que los acompañaban, un padre y sus dos hijos, de más o menos dos y cinco años, se pusieron a jugar en la calle con una pelotita de goma y una pala de las que se ven por todas las playas. Pensaste inmediatamente, al contemplar la escena, que no era el lugar apropiado para jugar con dos niños tan pequeños a nada, pero menos aún con una pelota y una pala. Estabas en el interior del coche, esperando que pasaran los quince minutos que tardarían las dos pizzas a cocerse en el horno, según el pizzero. Escuchabas música en la radio porque el programa nocturno y diario que empieza a las nueve de la noche y dirigen Barril y Oller, lo han substituido éste mes de Agosto por uno presentado por Ángel Cases, y lo más destacable de éste es la música que ofrece. Tu coche, estaba incorrectamente aparcado al lado derecho de la carretera nacional, pero, a las diez de la noche no paran los autobuses de línea así que el coche no estaba tan mal aparcado y esa circunstancia te hace contemplar lo que ocurre afuera tranquilamente mientras suena la música. Pasaste, rápidamente, de un estado emoliente a sentir cierta tensión porque tenías a aquel hombre con sus dos hijos delante mismo, al otro lado de la carretera, y aquel padre demostraba cierta cachaza con el comportamiento de sus dos chicos. No es que los niños hicieran algo inusual en los niños, es que su padre parecía no advertir el peligro que sobre todo el mayor, estaba asumiendo ante sus narices con aquella pelotita y sus correteos. Las diez de la noche, no es una hora en la cual circulen muchos coches, casi, no es una hora para que los niños pequeños transiten la calle, pero, circulando pocos, pueden pasar en un minuto entre seis y siete vehículos, más o menos. No perder de vista la escena que tenias delante te estaba alterando la tranquilidad y como no quedaba más remedio que seguir esperando por las pizzas, decidiste mirar hacia otro lado mientras seguía sonando música en la radio. La otra opción, era decirle cuatro cosas al padre pero, ¿Quién eras tú para llamar la atención a nadie? Pues nadie. Últimamente, has escuchado algún sermón al respecto, y puede que lleven razón cuando dicen los que te lo dicen, que nadie es educable y que el mundo está para adaptarte a él, no para que él se adapte a ti, aunque ¿Y quien es el mundo si no los que lo habitamos? Nada, no pienses más, a callar tocan, seguiste pensando. A mirar hacia otro sitio porque cada cual arriesga en su vida lo que le da la gana y educa a sus hijos como le sale de los cataplines. Que si. Entendido.
No habían pasado cinco minutos cuando la pelotita en cuestión se desvió hasta llegar justo en medio de la carretera y ya tienes al padre, con cara de pasmo boquiabierto, advirtiendo al hijo mayor que no fuera a buscarla, al nene llorando y al pequeño de los dos contemplando la escena desde los brazos, ahora y por fin, de su padre.. .Sin pensarlo, saliste de tu coche y aprovechaste un instante en el que ni en una dirección ni en otra se acercaba peligrosamente ningún vehículo para correr en busca de la pelotita en cuestión y lanzarla al angustiado niño y al estólido padre. No dejas de sorprenderme, pensaste pensando en ti misma: Hace un instante, hubieras reprendido al padre su insensatez por no prevenir los riesgos que tan cerca tenían sus hijos y él mismo. De repente, se desplaza la pelotita y sales a buscarla adelantadamente, la devuelves a sus dueños y no dices ni mu. Pues tenías que haber añadido algo, volviste a pensar, aprovechando que ahora sí, estabas implicada en dicho asunto. Decidiste volver a entrar en tu coche porque las esperadas pizzas aún estaban por entrar en el horno. Te acababa de anunciar el pizzero:¡ Diez minutos! Con lo que sumado a los veinte que llevabas esperando, ya eran treinta en tu reloj.
Te olvidaste por dos minutos de la pelotita y del padre con sus retoños, cuando otra vez, sorprendentemente, viste a la pelota planear de nuevo hasta mitad de la carretera. Esta vez, no ibas a intervenir porque, poco a poco, lentamente, observabas que la pelota iba deslizándose desde el centro de la calzada hasta el borde de la acera donde estaba el condenado padre con sus hijos. Ni mu.
Pasaste inadvertida. ¡Premio! Casi, como la suerte que pasa o no pasa, dejando donde estaban estas cosas que la diosa fortuna decide atender o ignorar, y que mima a éste hombre tres veces en diez minutos. La primera vez, porque fuiste a recoger una simple pelota ya que era mucho mejor que aguantar sentada mirando como aquel hombre solventaba la papeleta. La segunda, porque la pelota decidió regresar por pura inercia casi al lugar de dónde había despegado y un coche, tuvo el acierto de detenerse. La tercera vez, porque decidiste hace meses, no inmiscuirte en nada que no fuera tu problema, o sea, tomaste la decisión de callarte en vez de decirle lo que se merecía escuchar. Pero…Hay personas, que no tienen tanta suerte en toda una vida. ¿Se enteraría éste mentecato?