"Soñamos que tenemos libre albedrío, pero no es así"

José Saramago publica ´El viaje del elefante´

XAVI AYÉN - Lisboa Enviado especial -

José Saramago, a sus 86 años, ha vuelto a la vida. Tras haberle visto la cara a la muerte, según propia confesión, a causa de unas neumonías sucesivas, lo primero que hizo al llegar a casa el pasado febrero, después de unos meses de hospital, fue ponerse a escribir. Yen agosto ya había terminado El viaje del elefante (Alfaguara/ Edicions 62), una crónica épico-humorística del recorrido que realizó Salomón,un elefante propiedad del rey de Portugal que, en el siglo XVI, fue regalado al archiduque Maximiliano de Austria, por lo que tuvo que viajar de Lisboa a Viena, pasando por Lisboa, Valladolid, Roses, Génova... El libro acompaña al paquidermo y a su cornaca, Subhro, así como a los ejércitos portugués y austriaco que lo custodian, por su hiperbólica ruta. Saramago recibió el pasado sábado en su casa de Lisboa a este diario, y mostró la futura sede de su fundación, la impresionante Casa dos Bicos, en el barrio de Alfama, un monumento nacional que se va a salvar de la ruina gracias al Nobel.

¿Escribir este libro ha sido también para usted un episodio épico, como el viaje del elefante?
Tenía 40 páginas escritas antes de caer. En todo el tiempo que estuve enfermo, casi un año, no escribí pero estuve pensando en el libro, les decía a los doctores: "A ver si no voya poder acabarlo..." Cuando finalmente llegué a casa, pesaba tan sólo 51 kilos, estaba muy debilitado pero, contra todo pronóstico, a las 24 horas ya estaba escribiendo como un poseso. Es algo muy bonito y gratificante que, a pesar del estado deplorable en que me hallaba, haya encontrado fuerzas para escribir. Más sorprendente todavía es que me haya salido un libro tan humorístico. Nada de mi horrible experiencia ha pasado a él.
A lo mejor esa experiencia aparece en libros futuros...
No lo creo. He tenido sueños absolutamente terroríficos, las peores pesadillas de mi vida, que olvidaría si pudiera. Nunca las recrearía en público.
¿No? ¿Por qué?
Al contrario de lo que Freud creía, no se puede describir un sueño porque siempre te queda algo esencial fuera de él; todo sueño tiene algo inefable que forma parte de su esencia.
¿Qué base histórica hay en la novela?
Se produjo efectivamente el regalo de un elefante de un rey a otro, y el animal realizó ese viaje, pasando por las ciudades que digo. El itinerario es exacto y el hecho de que murió al año de llegar a Viena, también. Pero los datos históricos caben en media página, así que no he tenido más remedio que inventar. Los protocolos de la corte, las relaciones entre los dos ejércitos reales, la comunicación entre el archiduque y el cornaca... señalan una reflexión sobre el poder y su pompa, ¿verdad? Sí, pero eso no era lo que más me preocupaba. El poder siempre es pomposo, lo fue en el siglo XVI y lo es todavía hoy, aunque no lo parezca tanto. Este es uno de mis libros menos políticos, aunque yo crea que, si profundizamos, todo es política siempre. ¿Sabe por qué lo escribí, en el fondo?
No...
Por el final que tuvo el pobre elefante: cuando se murió, ¡le cortaron las patas delanteras para hacer con ellas unos recipientes para guardar los bastones! Me pareció una injusticia enorme: ese elefante que recorrió miles y miles de kilómetros para llegar hasta Viena, sin saber por qué, ese paquidermo majestuoso que fue aplaudido por las gentes de pueblos de toda Europa a lo largo del camino, porque era un animal desconocido en la época, que salvó a una niña de ser aplastada, un trayecto tan épico... que le cortaran las patas me pareció injusto, humillante, no se lo merecía. Si eso no hubiera ocurrido, no me habría sentido estimulado a escribir el libro. De hecho, es una metáfora sobre la vida humana.
¿Cree usted que la muerte da sentido a la vida?
Yo eso no me lo creo. Lo que dio sentido a la vida de ese elefante fue ese final tan cruel, destinar sus patas a un fin tan profano, tan por debajo del nivel de su epopeya. La injusticia es uno de los motores de mi obra, el abuso de autoridad sobre el individuo. Y aquí el individuo es el elefante. Todos somos elefantes. Soñamos que gozamos de libre albedrío, pero no es así, en lo importante no lo tenemos.
Este libro que publica ahora ¿supone un adiós a su línea reciente de parábolas políticas?
Quién sabe...
En su blog decía que tenía una idea de nuevo libro, y hoy le hemos visto escribiendo...
Estoy con un nuevo libro, sí. Me han visto ustedes escribiendo hoy la primera página, que ya está acabada. Es una idea que tuve hace tres años y que ahora me ha vuelto con una fuerza tal que no he podido resistirme.
El 10 de diciembre se conmemoran a la vez los 60 años de la Declaración de los Derechos Humanos y los diez años de la concesión de su premio Nobel...
La Declaración de los Derechos Humanos no se cumple, es papel mojado. A pesar de eso, no existe un movimiento internacional capaz de oponerse a los intereses poco claros de nuestros gobiernos. No creo en eso de dejar el peso del cambio a los jóvenes, educados como están en un hedonismo irresponsable. El trabajo de hoy debemos empezarlo hoy. Hay que pensar en los derechos humanos, exigir que se cumplan, lo dije hace diez años en Estocolmo, en mi discurso del Nobel, muy criticado porque me dijeron que aquel no era el lugar, pero le confesaré que, al volver a mi asiento, la misma reina de Suecia me susurró: "Alguien tenía que decirlo".
¿Le cambió la vida el Nobel?
Sí, pero en el mismo sentido en que ya la llevaba, es decir, intensificó mi tendencia a intervenir en cuestiones sociales y políticas. Siguen coleando sus declaraciones a favor del iberismo - la unión de España y Portugal-pronunciadas hace tres años...
Lo que demuestra que el tema está vivo. Me han llamado de todo, traidor a la patria... pero yo creo que eso, un día, sucederá. Fíjese en el dibujo de España sin Portugal, le queda una forma un poco rara, estéticamente no es gran cosa. España sufre un complejo de amputación, pero nosotros, los portugueses, todavía sentimos temor a Castilla (que no a Galicia o Catalunya), así que no sucederá mañana, pero sucederá, de un modo que no nos hará perder, por supuesto, nuestra lengua ni nuestra cultura.
¿Le da esperanza Obama?
Siempre tengo esperanza, porque todos vivimos de ella. Pero también recuerdo que Kennedy o Tony Blair se presentaban como esperanzas y luego se rieron de nosotros, especialmente Blair. El caso de Obama es diferente porque es negro e inteligente y, por esas dos razones, creo que nunca olvidará lo que han sufrido los suyos durante siglos.