Es viernes, casi de noche y no apetece salir. Es el momento ideal de apuntalarse cómodamente en el sofá y ver esta película que te recomendaron desde muy lejos.Ver cine desde la pantalla de un ordenador es más que nada, pero es algo muy precario comparado con lo que significa una pantalla inmensa y un silencio total sin interrupciones. Pero, vamos a ello.
Ya la he visto, a pesar de haber sonado un par de veces el teléfono que he espabilado sin problemas rápidamente, la he visto concentrada y con una calidad de imagen, inesperada. Es la historia de Eyal, un justiciero a sueldo del Mosad que hace justicia según las normas de ésta organización israelí. Durante uno de sus macabros trabajos, aunque limpios y convenidos, su compañera se suicida y Eyal parece entrar en otra fase de la que puede que no salga. Su próximo trabajo, está en su mismo país, haciendo de guía de un joven alemán, Axel, nieto de un longevo ex oficial del nazismo, que lo ha de acercar a su abuelo, a su pasado y a su presente, y a liquidarlo; también, lo acercará a su hermana Pia, y al mar de Galilea donde si es posible caminar sobre las aguas. Axel, no solo es nieto de este supuesto criminal sin cargo de culpa, sino que además es inteligente, encantador, colmado de una gran sensibilidad y sentido de justicia. Y gay.
Es una hermosa película sin demasiadas pretensiones. Pero nos sitúa en otra realidad e indica que anclarse en un pasado no tiene sentido si no es para evolucionar hacia un presente mejor. Que matar es fácil, pero, hacer justicia no tanto. Y que siempre hay alguien capaz de nadar a contra corriente y de ensañarnos como caminar, además, sobre unas aguas que repudiamos, Lalecet Al Hamaim, por negarlas antes de conocerlas.