Ciegos, pero no bobos

Oswaldo, ha escrito un libro. Nada nuevo. Lo distinto, o destacable, es que Oswaldo es ciego desde los dieciséis años. La verdad, no estoy segura de que se llame Oswaldo, pero no es relevante. Dice, que antes de que su retina se nublara irreparablemente, vivía ya entre la ceguera y la poca perspectiva. Tampoco esto es anormal a los quince, dieciséis o diecisiete. El caso es que este chileno, psicólogo de profesión, ha subido alto y ha escalado infinidad de dificultades para conseguirlo. Nos aconseja cerrar los ojos, al menos cinco minutos al día e imaginarnos en un futuro que puede estar cinco, diez o veinte años delante de nosotros. ¿Lo probamos? De hecho, yo solía hacerlo en aquellas largas convalecencias en la cama de mi habitación mientras se pasaban unas anginas de caballo que solían pillarme en falso tres y hasta cuatro veces al año. Si, aún recuerdo en algo de lo qué pensaba y confirmo que algo de lo que pensé en aquellas obligadas recuperaciones lo he vivido. Suerte, voluntad, o un poquito de aquí y otro poquito de allá. Hace tiempo que no lo práctico, debe ser porque no cojo amigdalitis. Pero, lo intentaré más a menudo. El caso, es que, cuando alguna vez lo he intentado, me veo con el cabello blanco, corto y bien dispuesto, charlando con alguien, quizá mi nieta, quizá un nieto, puede que contigo, aún, puede que con alguien que desconozco ahora. Charlando tranquilamente y compartiendo historias. Los idiomas, ya no son un obstáculo, son ahora un tesoro que todos hemos ido a capturar y poseemos en fracciones. Y el mundo es un poco mejor, no mucho mejor porque esto de progresar es cosa de muchos devaneos unidos y ya se sabe que lo de unirnos nos cuesta mucho mucho. Mi pelo es gris casi blanco, y el mundo ha cambiado de color. No es rosa, pero, tampoco es negro, empieza a obtener un tropical tono anaranjado, y aun siguen los conflictos entre razas, culturas e ideales, pero, hay voluntad y muchas cosas se han resuelto por las vías de la honestidad, la austeridad y el compromiso. Nadie nos dice qué hacer y qué no hacer, nadie obliga a nadie y se siente por encima de nadie. El mundo es mejor que hoy y avanza por el buen camino con el esfuerzo de muchas voluntades y la ayuda de varios que hace muchos años, lo habían imaginado mejor. Hoy, precisamente, he soñado un terremoto, pero, era un sueño en sueños y me ha explicado algo: Que todo lo que nos rodea puede ser superficial y frágil. Excepto la pretensión de seguir vivos, amar y ser amados.

2 comentaris:

Beatriz ha dit...

Cerrar los ojos para "ver", es un ejercicio que yo también practicaba de niña. Y que ahora por las prisas o porque.. una se siente ridícula volviendo a las costumbres que tenía de pequeña, pues se va dejando caer en el olvido.

Aunque yo no quiero ver el futuro (me gustan las sorpresas) existen muchas cosas para mirar con los ojos cerrados..todo el universo está ahí.

Un beso.-

rosa ha dit...

gracias por seguir paseando por aquí;)

besos