Era una mañana de Marzo, como tantas otras. Hacia sol y parecía haber llegado la primavera antes de que le tocara el turno. Acababa de cumplir con mis, más o menos, cinco kilómetros de caminata diaria cuando me introduje, como casi siempre que acaba mi caminata por este recorrido, en una avenida de un boulevard del centro de la ciudad. No tenía nada que comprar, pero siempre hay que mirar. De repente, sonó una bella canción que cantaba una distinguida voz, y no salía de los altavoces que hay en el recinto. De repente, una canción inundó el ambiente y desplazó a la música que salía por los altavoces del boulevard hasta ahogarla por completo. Deje de mirar escaparates, dejé de fijar mi atención a bolsos y zapatos y me encamine hacia donde la voz me enviaba. En la calle, delante de mí, había un nombre negro sentando en una silla de madera cantando con su guitarra. Poco a poco, mientras What a wonderful world sonaba en el ambiente y trasponía mi ánimo y mis pensamientos, observé que iban parando a su alrededor, personas, muchas más personas que como yo, se habían dejado cazar por aquella voz. Ya sé que la vida no siempre es maravillosa, pero, es evidente que hay personas capaces de hacérnoslo creer un rato. El espectáculo estaba ante mí, el hombre cantando una mítica canción y cientos de personas detenidas en pleno Passeig de Gràcia. Lordson, que es el nombre de quien canta, es ginecólogo y alterna sus “recitales” entre las calles de Palma y Barcelona. No todos los días hay suerte, no siempre cautiva tanto ni vende sus CD’s en las calles de la ciudad, no siempre su audiencia es generosa, pero, a veces, la hay, y se detiene ante él un conocido e ilustre personaje…
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