Una semilla cojonera en un sitio casi perfecto

Un campamento para chicos y chicas con una afinidad en común, todos ellos entre 12 y 14 años, y la mayoría de ellos de Cataluña, se instalan en un lugar del Vallés para pasar juntos trece días. Hay unos cuantos de Murcia, uno viene de Francia, y otro chico de Bilbao, alguno de Gran Canaria e incluso llega uno de México. Los convoca un matrimonio de Barcelona, ella, dedicada a la música en cuerpo y alma, y es mucho cuerpo el que aloja dicha alma, y él, entregado al cien por cien en el mismo arte y gestión. Los ayudan algunos monitores, entre ellos una monitora oficial, el resto, aprendices de monitores y dos voluntarios. Han llegado hasta aquí por varias razones, una de ellas, es que algunos padres han de colocar a sus hijos parte del verano sea donde sea. La otra razón, es que algunos chicos y chicas, ya habían hecho estos campamentos otros años y quieren repetir la experiencia. Los monitores, aspirantes a monitores y voluntarios de monitores, llegan por su inclinación al compromiso y a la música. Los motiva, igualmente, la vocación y el entusiasmo de la pareja de adultos que los ha convocado. Solo llegar al destino, les espera un duro día ya que han de montar las tiendas para más de setenta personas y organizar al grupo. Ya lo han hecho muchos años, pero cada año el grupo aumenta y aumenta el trabajo. El primer día, también les espera una enérgica tormenta que les sorprende cuando están en pleno montaje.


Explica, uno de los voluntarios a monitores, que se estrena en esta actividad, que todo transcurre del mejor modo que cabria esperar hasta que pasados las primeras cuarenta y ocho horas de excursiones a pie, comida de rancho, noches bajo techo de nylon y un fuerte viento, alguno de los chicos, se percata que ha perdido el móvil, alguna chica, que ha perdido su plato de plástico, y algunos que, inspirados por ellos, les han robado varias cosas del campamento. ¡Horror, que cunda el espanto y se desate la fatal conspiración!

Pero, no pasan muchas horas cuando empiezan a florecer los objetos desaparecidos entre jerséis y calzoncillos, en los bolsillos más inesperados o por los suelos, abandonados donde los extraviaron sus dueños. Pero, aunque han pasado pocas horas, no pasan tan pocas como para que algunos de los niños, impacientes, ensimismados, poseídos por el desabrigo y necesitados de pasatiempo, hayan hecho uso del más nefasto de todos los enseres que se han llevado al albergue: el móvil.

Unos, arreglan con otra llamada la inquietud que acaban de traspasar a sus padres y aclaran que, únicamente, fue un descuido por su parte. Otros, nadie sabe que han tenido que explicar ruta móvil, para conseguir que sus padres, acompañados de otros padres, desde Murcia, se presenten en una caravana y acampen cerca, tan cerca, que da pavor verlos, merodeando por el lugar, de lejos, de reojo, por la mañana y de noche, qué hacen sus hijos, cuándo y cómo . Pronto se sabrá lo que les han contado.


Pasan, por fin, los trece días de campamento en los que han cabido largas caminatas por las verdes sendas del lugar, baños en la piscina, sesiones musicales, espaguetis, sesiones de respiración para controlar la voz, baños bajo la fresca lluvia, flan de polvos, noches de vivac y agradables charlas en grupo. En la despedida, hay de todo, permutas de números de teléfono, besos, intercambio de direcciones, lágrimas, el retorno de algunos móviles que Laila y Albert han tenido que requisar por la imperiosa necesidad de liberarles de sus dueños, o al revés, y, cómo no, hay en la despedida, el compromiso de no olvidarse por muy lejos que estén a partir de mañana. Ninguno de estos chicos y chicas que han resistido los trece días que acaban de vivir, se lleva nada malo a su casa. Ninguno, ni los monitores, ni los aprendices ni los voluntarios de monitores. Ninguno, excepto cuatro, que vinieron desde Murcia a un campamento de Caldes y regresan a Murcia con sus padres en una roulotte, no sin dejar antes, la semilla de una hipótesis descabellada. A ninguno les podrá más el nerviosismo y el acongojo de los primeros días que la experiencia de los nueve que siguieron. A ninguno, les pesará más en el recuerdo pasado un tiempo, la falta de comida ni el cambio de hábitos, que las nuevas amistades y el haber tenido que colaborar a preparar su propio sustento, y a esperarlo sobre todo cuando pasan todo el año haciendolo esperar. A ninguno, menos a tres chavales y a una chavalina, murcianos, que tuvieron que aguantar la presencia de unos sobre protectores padres, para terminar su experiencia rescatados por ellos de su propia hipocondría, que comparten y alimentan tan bien como a sus idolatrados hijos.


Laila y Albert, cansados pero contentos, también se despiden del grupo una vez llegan a Barcelona. Les queda, aún, acompañar hasta al aeropuerto a unos pocos de estos chavales. Han superado un año más a un imprevisible batallón de adolescentes a los que hay que distraer, alimentar y enseñar alguna cosa de nuevo. Y, sobre todo, han superado, y con nota alta, la inspección de un funcionario de la Generalitat que llega, este año y por sorpresa, para comprobar insitu que una denuncia que ha llegado repentinamente del lugar y de quienes lo dirigen, es una falacia. Era solo, una imagen en otra dimensión muy contaminada por la no-realidad.

7 comentaris:

Anònim ha dit...

Ahir vaig estar a Caldes, casualment.

Bon dia

rosa ha dit...

de Montbui,de Malavella,de Boí o d'Estrac?

bona nit

Anònim ha dit...

doncs, tens raó. De Montbui.

Bon dia

alternativa ha dit...

Una sugerencia que nada tiene que ver con esta entrada, bueno, quizás con el título..jejeje.

Deberías poner etiquetas para que tus lectores tengan un más fácil manejo de tu blog.

De repente me apeteció leer entradas antiguas tuyas y me perdí sin saber por donde empezar.

Estoy descubriendo que esto de los blogs es similar a las fotografías, las aprecio mucho más cuando pasa el tiempo por ellas.

Un besazo.-

Gallium ha dit...

Con tanta sobreprotección maternofilial lo único que consiguen es crear individuos antisociales.

La verdad es que tampoco se mucho de lo que se logra con los campamentos a esas edades, yo fui de mucho más mayor, pero la experiencia es única y es de los mejores veranos que recuerdo.

marta ha dit...

Me recuerda la histeria de mi ama cuando me iba de acampada a sitios imposibles, ella me ablaba de precaución,yo sòlo recuerdo ese espacio maravilloso de libertad, que
adornaba con mi inconsciencia.

Marta.

Anònim ha dit...

Bon dia a todos.


También tengo un buen recuerdo de los días de campamentos. Eran pocos días, pero éramos otros y nos enfrentábamos a situaciones nuevas, algunas desagradables y casi todas estimulantes.

Bea, antes las tenía. No sé por qué lo quité. (Puede que lo quitara sin saberlo)

Gracias a todos por la visita. Petonets

mek