Hay, estos hábitos que no puedes derrotar


Ante este teclado que es de un portátil que se sitúa encima de una mesa que puede llamarse de despacho, hay una lista de teléfonos desde hace tiempo. En esta lista hay unos cuantos teléfonos elementales, nada más. Ósea, en dicha lista hay aquellos números de teléfono que tú, al menos, te sabes de memoria. Dicha lista la hiciste tu misma, hace años y, seguramente, no la hiciste para ti. Debiste hacerla un día que tenías que ausentarte y pensaste que podía hacer falta algún despistado en tu ausencia. (Emergencias; mossos; bomberos; familiares próximos) Hay otra igual pegada a un imán que se adhiere a la nevera. La cuestión, es que esta lista que se mantiene gracias a una criatura de pinza fijada a una bolsa de suave estera colgada en la pared pintada de azul oscuro, nunca la consulta nadie. Los teléfonos que te hacen falta a menudo, no están. Están, siempre, donde no es fácil dar con ellos: en un papel que se ha extraviado, en una agenda demasiado escondida, en otra incompleta, en el móvil al que cuando precisas consultar está sin batería; en el apartado imperceptible para fisgones de un foro que visitas alguna vez; en algún correo electrónico; etc. Lo que quieres decir, es que tienes la manía de hacer listas de las cosas que no necesitas y las que necesitas, las confías a tu paciencia, tiempo y astucia. Mal hecho. Siempre que requieres de un número de teléfono, tardas en encontrarlo porque no está en esta lista que mora desde hace años ante tu vista. Pero, dicha lista, te duele descolgarla. Te has acostumbrado a ella aunque sea inútil. Forma parte de un paisaje conocido en que hay cosas que utilizas y cosas que solo están por si alguna vez, son necesarias. Todas ellas, distribuidas según tu criterio y según el espacio disponible. Es, podrías añadir, un espacio reservado a tu juicio en el que nadie toca nada y cuando lo hace deja evidencia. Lo has imaginado distinto muchas veces; mas intimo, más sobrio, más ordenado y aun más personal, pero, sigue siendo a pesar de lo que podría ser y no es, tu comarca. Es, tu manía, la de afirmar tu tranquilidad cuando no puedes asegurarla personalmente. Es, la manía de proteger lo que queda desamparado a pesar de comprender que no es de tu jurisprudencia muchas veces, protegerlo. Es, el vicio de ligar todo lo atable y dejar las sorpresas minimizadas al máximo. Si dicha conducta, hubiera sido enfocada a las cosas que te hacen falta solo a ti, hubieras avanzado más. Hay, una pequeña y vieja pinza de tender que se aferra a cosas inservibles. Hay, estos hábitos que no podemos derrotar. Hay, una zona franca y una zona interceptada. Hay, lo que nos permite sobrevolar y lo que nos mantiene en la superficie. Hay la costumbre de salvaguardar todo aquello que podría resguardarse por sí mismo y la de abandonar a la suerte, la filosofía o la memoria, todo aquello propiamente cosechado. Es, una perniciosa indulgencia que tendrías que rectificar. Quizás, te restaría tranquilidad, pero, puede que te hiciera progresar en sustancia.