Deseos


Día de escaso frio pero muy nublado, como  si quisiera nevar,  circulan muy pocos coches en la calle, como si fuera domingo. Hoy, el día y yo nos comprendemos porque aún intuyendo que este resfriado o lo que sea,  va retrocediendo,  mi cabeza sigue empañada y tengo la sensación de estar más lejos de todo. Aun así  he encendido el ordenador y leído algunos mensajes  que me han enviado con deseos tentadores  para el próximo año, con brindis incluido,  y esto me ha hecho pensar en varias cosas. Además,  en la cena de mañana y en  preparar un postre. Como cada año, tengo dudas de cómo presentar las uvas y como cada año consulto en internet a ver si hay alguna idea que me persuada a imitarla. La causa de que 12 uvas sean mi obsesión es que, a pesar de ser una fruta sabrosa, no he sido capaz ningún año de consumirlas todas. A pesar de esta circunstancia, considero no haber tenido mala suerte, menos  en el asunto de tragarme las uvas. Es mucho pedir que en 12 segundos me engulla 12 uvas aunque estén previamente peladas y despepitadas. A pesar de saber que no soy capaz y de considerar un derroche, cargar con  12 uvas después de una cena, cada año, un día como hoy, día nublado como esta reflexión  , en que parece que quisiera nevar y no se decide , busco la forma de apaciguar su tránsito de la boca al buche  y no la encuentro. Como ningún año. Me gusta la mujer del vestido rojo. Ella se distingue del resto de mujeres de la imagen por tener buenas tragaderas. Me recuerda a Cocó Chanel cuando acudía a aquellos bailes de  alta sociedad enfundada en un sobrio vestido negro, de generoso escote y talle cuadrado,  mientras las demás mujeres parecían bizcochos en movimiento. Ella no fue un delirio.  Todos los años buscando la manera de colocar las uvas de manera que su desfile sea más ligero sin hallarla. Casi como aquellos días en que no estuve en navidad ni en fin de año  conjurando a los días que restaban para no estar. No lo sabía entonces, pero solo quedaban dos días para la regresión. También fueron días nublados, de poco frio y de mucha enramada cerebral. Sin las 12 uvas, por eso. A partir de ellos proyecté un sueño que me alivió de la angustia. Vi a una chica  con un vestido rojo (o negro) que bailaba sola, o con cualquiera. Que no se preocupaba de ubicar  las uvas, ni las tomaba, y  me ofrecía un brindis con champán.



 y de nuevo, mis más despejados deseos: Bon Any a tothom...



Estar o no estar en Navidad.


Hoy, mientras escuchas el programa de radio habitual en el que, inusualmente,  piden a los radioyentes que se expliquen, solicitan a estos que  manifesten qué  echarán en falta estas navidades. Atender las quejas, las penas, las alegrías o la gratitud y generosidad de algunos oyentes participadores,  todo esto y leer el blog de Bea, te ha llevado a seguir pensando en ello.
María, amiga y respetable psicóloga, te recomendó una vez que debías enfadarte en voz alta. Que si no lo hacías cada vez que tuvieras ganas de hacerlo, aquello que obstruías, iba acumulándose y en tu caso, salía en el momento menos esperado en forma de ansiedad. ¡Quéjate!- te recomendó- . Desde aquella sugerente receta sin frasco, no has dejado nada dentro excepto lo que no te lastimaba en exceso, lo que podía solucionarse sin quejos ni lamentos y lo que percibías como fugaz  o intransferible.
Dicho rermedio te ha llevado, con el tiempo,  a distinguir un poco mejor que merece un llanto,  un cabreo y que no. No hay nada mejor que escucharse con  toda la resonancia posible para saber, inmediatamente,  si  aquello  que emites vehementemente carece o va sobrado de justificación. De no hacerlo, lo que guardas puede ir aumentando en volumen y,  hasta tal punto, que obtenga en jerarquía un nivel inmerecido en tu consideración. 

Teresa hace un mes que ha perdido a su esposo y está triste, muy triste. A pesar de estarlo tiene el coraje de llamar a la emisora y expresarse. Un gran paso. Ángela no quiere celebrar ni ésta ni ninguna Navidad más en su vida desde que perdió a un hijo hace algunos años. Más que lógico. Miguel, José y LLuc, no la celebrarán porque están hasta el gorro de compromisos, de cenar con un cuñado desagradable y de no llegar a fin de mes. A lo mejor tendrían que verse en un espejo un poco más amplio. Mercè, llama a la emisora para decir que este año podrán celebrarla como les hace ilusión hacerlo  porque han ahorrado para estas fechas y han renunciado a otros gastos y vacaciones el resto del año. Cada uno prioriza convenientemente. Marcel echa en falta a su padre que murió hace un año en estas mismas fechas. Tardará en pasar unas navidades como cuando era hijo de…Puede que hasta que no sea padre de, o abuelo de
Una de las últimas llamadas es para ofrecer su mesa a quien no tenga disponibilidad ni compañía la noche o el día de Navidad. Es una mujer y crees que corre un grave peligro y es el de encontrarse con indeseables, jetas o pesados que ni estas fechas ni en ninguna saben donde dejarse caer. Que la suerte la acompañe.

Extracto: La gente es buena. La gente es extraña e imprevisible. La gente es generosa y  también egoísta. La gente siente ganas de expresarse y a menudo no encuentra el sitio ni la escapatoria. La gente, incluso, es capaz de comprender lo increíble. La gente somos todos,  y todos deseamos dejarlo de ser, aunque sea para una persona, para dos o tres. Aunque sea por una noche. Aunque sea en Navidad. 

Besos y Bon Nadal a Tothom.

El recuerdo, como una vela, brilla más en Navidad

Charles Dickens


Resumen


Siempre escribes, aunque no sean perceptibles tus palabras,  nunca has dejado de escribir. Garabateabas antes de hablar correctamente cuando descubriste  la maravilla que significa enlazar letra con letra y articular algo que quizá nadie indagará jamás y  surge de dónde nadie puede entrar casi nunca.   Es tentadora la osadía de cincelar algo que no existe. Únicamente aventaja semejante placer la contemplación. Solicitas un punto, un tiempo y siempre silencio  para poder delirar hasta el infinito. Hasta el infinito de tu imaginación. No eres nadie si no encuentras el silencio antes o después del ruido. O eres el punto suspensivo de otro silencio. Has de  sumergirte en él para imaginar aquello que ninguno hace o  expresa. Lo que no existe o permanece oculto.  Lo que  no dices, lo que no haces. Lo que no soy. El silencio es un aliado cuando el resto es extraño,  porque es en él dónde todo se transforma en lo que la  imaginación desea que se convierta. Un hombre camina por la plaza ramo de flores en mano y no sabes a quién entregará  las flores pero lo imaginas y de dicha visión extraes, la imaginación lo extrae, lo que le viene en gana.  Lo acerca lo aleja, lo voltea,  lo oprime o magnifica. Un niño llora en el metro porque acaba de estamparse contra una barra por no parar quieto. Su padre ríe, su madre lo acaricia. Lo arrulla mientras lee algo que parece una agenda digital,  o quizás sea un Ipod.  No lo distingues  desde aquí. No importa lo que maneja su madre con una mano porque con la otra acaricia a su hijo en el moflete para consolarle del golpe que acaba de darse por revoltoso. Su padre y el hermano mayor,  siguen riéndose del asunto. Y el asunto no es para reír si eres tu quién se encuentra un poste y se estrella contra  él. La imaginación percibe lo que el padre pretende al reírse y lo que la madre intenta al acariciarle mientras manda  callar a su pareja. Pero es el silencio quien  administra  la fantasía, el silencio y la contemplación de la escena como si no estuvieras allí. Allí, es cualquier lugar.  La escena puede ser cualquier escena. Lo único que ha de darse para cambiarlos de contexto es ser evidencia invisible. No estar allí. Nunca estas allí antes de escribir, ni mientras escribes. . .Una rosa seca reposa encima del estante que resiste a la rosa, a las notas y un rollo de papel higiénico que igual sirve para escudar  mocos que para secar lágrimas. Hace mucho tiempo que resiste la rosa que  ya no desprende ninguna aroma y a su lado la lámpara flexible, que ya no lo es, se apuntala sobre un grueso libro que aguanta la lámpara que ilumina el teclado. La lámpara resiste  aunque ya no es flexible e ilumina el teclado que se apoya en un atril de plástico. Resiste la rosa, aunque sin aroma y resiste la lámpara  que ilumina al teclado. El teclado,  resiste los  dedos que lo pulsan  iluminados por la lámpara y resistiéndose, los dedos que lo `pulsan,  buscan  algo que decir y no encuentran la manera de contarlo.
Siempre escribo. Siempre estás escribiendo. Nunca  dejas de hacerlo. Siempre,  mientras tienes la voluntad de hacerlo y la inmunidad del tiempo que es dueño de todo lo demás y cuando eres capaz de alejarte de allí. Tu  casa está infectada de escrito. En los cajones, en las paredes, en los armarios, encima de cualquier mesa, dentro del ordenador. Lo que escribes, y lo que escriben los demás, son el capital que guardas, o no,  para siempre. Guardo, o no guardo  para siempre. Mi casa soy yo.