Siempre escribes, aunque no sean perceptibles tus palabras, nunca has dejado de escribir. Garabateabas antes de hablar correctamente cuando descubriste la maravilla que significa enlazar letra con letra y articular algo que quizá nadie indagará jamás y surge de dónde nadie puede entrar casi nunca. Es tentadora la osadía de cincelar algo que no existe. Únicamente aventaja semejante placer la contemplación. Solicitas un punto, un tiempo y siempre silencio para poder delirar hasta el infinito. Hasta el infinito de tu imaginación. No eres nadie si no encuentras el silencio antes o después del ruido. O eres el punto suspensivo de otro silencio. Has de sumergirte en él para imaginar aquello que ninguno hace o expresa. Lo que no existe o permanece oculto. Lo que no dices, lo que no haces. Lo que no soy. El silencio es un aliado cuando el resto es extraño, porque es en él dónde todo se transforma en lo que la imaginación desea que se convierta. Un hombre camina por la plaza ramo de flores en mano y no sabes a quién entregará las flores pero lo imaginas y de dicha visión extraes, la imaginación lo extrae, lo que le viene en gana. Lo acerca lo aleja, lo voltea, lo oprime o magnifica. Un niño llora en el metro porque acaba de estamparse contra una barra por no parar quieto. Su padre ríe, su madre lo acaricia. Lo arrulla mientras lee algo que parece una agenda digital, o quizás sea un Ipod. No lo distingues desde aquí. No importa lo que maneja su madre con una mano porque con la otra acaricia a su hijo en el moflete para consolarle del golpe que acaba de darse por revoltoso. Su padre y el hermano mayor, siguen riéndose del asunto. Y el asunto no es para reír si eres tu quién se encuentra un poste y se estrella contra él. La imaginación percibe lo que el padre pretende al reírse y lo que la madre intenta al acariciarle mientras manda callar a su pareja. Pero es el silencio quien administra la fantasía, el silencio y la contemplación de la escena como si no estuvieras allí. Allí, es cualquier lugar. La escena puede ser cualquier escena. Lo único que ha de darse para cambiarlos de contexto es ser evidencia invisible. No estar allí. Nunca estas allí antes de escribir, ni mientras escribes. . .Una rosa seca reposa encima del estante que resiste a la rosa, a las notas y un rollo de papel higiénico que igual sirve para escudar mocos que para secar lágrimas. Hace mucho tiempo que resiste la rosa que ya no desprende ninguna aroma y a su lado la lámpara flexible, que ya no lo es, se apuntala sobre un grueso libro que aguanta la lámpara que ilumina el teclado. La lámpara resiste aunque ya no es flexible e ilumina el teclado que se apoya en un atril de plástico. Resiste la rosa, aunque sin aroma y resiste la lámpara que ilumina al teclado. El teclado, resiste los dedos que lo pulsan iluminados por la lámpara y resistiéndose, los dedos que lo `pulsan, buscan algo que decir y no encuentran la manera de contarlo.
Siempre escribo. Siempre estás escribiendo. Nunca dejas de hacerlo. Siempre, mientras tienes la voluntad de hacerlo y la inmunidad del tiempo que es dueño de todo lo demás y cuando eres capaz de alejarte de allí. Tu casa está infectada de escrito. En los cajones, en las paredes, en los armarios, encima de cualquier mesa, dentro del ordenador. Lo que escribes, y lo que escriben los demás, son el capital que guardas, o no, para siempre. Guardo, o no guardo para siempre. Mi casa soy yo.
2 comentaris:
Cuando era chico y ya mostraba mis ansias de escribir, me dijo el frustrador maestro franquista -muera la cultura, la inteligencia-, me dijo, Para llegar a ser escritor hay antes que leer mucho, comprar muchos libros para leer, no vaya a ser que escribas un libro que ya esté escrito y se rían de ti. Y, además, tu familia no tiene dinero para libros. Eso me dijo, poco más o menos. El tiempo le dio, en parte, la razón a ese hastial. Pero el placer de la lectura, el placer de la creación, el placer de guardar dentro, ése, no me lo quitó; tampoco creo que él lo tuviera nunca, el desgraciado. Tú sí lo tienes, consérvalo como un tesoro inestimable. Sin cofres, sin llaves: nadie tratará de robártelo.
Franzl.
Lo intentaré. Gracias Franzl;)
(mek)
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