A vegades ens cal que algú ens recordi el que nosaltres no recordem. Per un cop de sort, a vegades, algú que ni coneixem ens fa pensar en allò que mai havíem pensat, en allò anormal que consideràvem del tot normal, i no ho era, o ha deixat de ser-ho. Algun dia, quant hagis assumit que ets gran, perquè gran ja ho ets des de fa molt de temps, t'adones que hi ha gent gran molt petita i gent petita que es fa gran de cop. Potser quant algú, des de mes avall on ets tu ara , et baixi d'aquest nuvol altiu, blanc, flonjo i suau en el que passeges amunt i avall observant un altre mon que et sembla aliè i mesquí , descobreixis el seu ventre, suaument i clar , que també amaga dolços racons. Dona gràcies que la baixada sigui per la fortuna de trobar-te un mestre . Recull amb gust aquest cop de mà estrany , agraeix haver tingut un bon o una bona mestre per descendir lentament del teu nuvol sense greus ferides. Un mestre que t'estima. Un mestre savi que quasi no et coneix. Un mestre generós. Tant se val d'on i com arriba la saviesa, el que compte es que tinguis la sort de trobar-la abans que el teu nuvol es fongui sota els teus peus quant el talent i la força, junts, et deixin caure sense avisar-te. Potser et punxi la lliço, vacuna de vida, però que no et rellisqui. Fiblada breu i lliçó per sempre.
Ojos que No ven lo que No les interesa
Recuerdo muchas escenas aún de Mary Poppins, sin duda, es la película que he visto más veces. Me cautivó cuando la vi de niña por primera vez, probablemente, hechizada también por esa niñera que llegaba del cielo a poner algo de orden en la acomodada pero poco alegre vida de los Banks. Una hermosa dama confiada en un paraguas descendía allá donde era útil en respuesta a una tierna carta de unos niños que tenían de todo menos una mano firme, cariñosa y propicia a su lado. Con solo unos días Mary consigue motivar a Jane y Michael y mostrarles que lo que hay que hacer es imprescindible hacerlo bien, y que puestos a hacerlo puede hacerse de manera divertida, y que una vez hecho, casi siempre hay un extra esperando. No hay lección para niños en la que no asistan los padres. La institutriz lo sabe pero antes ha de demostrarlo. Con un poco de azúcar esa píldora que os dan, la píldora que os dan…pasará mejor.
La vi, le he visto muchas veces. No sabría decir cuántas. Me gusta el gesto serio de Mary mientras de reojo, observa, disimuladamente divertida, el semblante de los niños contemplando, atónitos, la magia de su institutriz mientras asienta orden donde hay caos. Me gusta cuando pasean con su amigo Bert y los 4, de la mano, saltan por arte de magia dentro de un mural pintado que destaca en la aburrida acera. Me gusta la expresión feliz de los niños al sentirse atendidos y guiados. Me gusta el baile de los deshollinadores en los tejados porque es como una revolución a oscuras y Al compás. Me gustan los pies abiertos de Mary que significan estabilidad, porque son una especie de parapeto que intenta proteger sus convicciones ahuyentando a las dudas y a los fluctuosos. Me gusta que los niños sucumban al sueño cuando Mary decide cantarles una nana que les invita a abrir los ojos. Y sobre todo sigue gustándome la orgullosa expresión de Mary cuando, tras la ventana, ve alejarse a Jane y Michael saltando y cantando cogidos de la mano de sus padres que por fin han aprendido la lección. Si no nos riñe ni castiga… sabremos hacer lo que nos diga…
Pero después de verla tantas veces, no habría sido capaz de recordar la escena del mensaje que ocupa un artículo de Sala Martí, nuestro erudito economista. Da que pensar. Eso me confirma mi escasa capacidad para pillar mensajes al vuelo, mi poca disponibilidad para asuntos de economía y, seguramente, alguna cosa más...
Profecías autorrealizadas (Xavier Sala i Martín)
Una de las escenas más interesantes de Mary Poppins es cuando Mr. Banks intenta impedir que su hijo Michael se gaste dos peniques comprando alimento para pájaros y lo lleva al banco para que ingrese ese dinero. Una vez ahí, el director, un anciano llamado Mr. Dawes, le canta las bondades de la frugalidad, la prudencia y la inversión financiera y le quita los dos peniques de la mano. Al verlo, el niño grita enfurecido: ¡devuélvame el dinero! La protesta del niño es interpretada por una cliente como que el banco no puede reintegrar a sus depositantes y, alarmada, vocifera: ¡este banco no es seguro!, ¡devuélvanme el dinero a mi también! Enseguida cunde el pánico y todos los clientes, alarmados, corren hacia los cajeros para retirar sus ahorros. En menos del que se tarda en decir “supercalifragilisticoexpialidoso” el banco, arruinado, es obligado a cerrar puertas.
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