Ojos que No ven lo que No les interesa

Recuerdo muchas escenas aún de Mary Poppins, sin duda, es la película que he visto más veces. Me cautivó cuando la vi de niña por primera vez, probablemente, hechizada también por esa niñera que llegaba del cielo a poner algo de orden en la acomodada pero poco alegre vida de los Banks. Una hermosa dama confiada en un paraguas descendía allá donde era útil en respuesta a una tierna carta de unos niños que tenían de todo menos una mano firme, cariñosa y propicia a su lado.  Con solo unos días Mary consigue motivar a Jane y Michael y mostrarles que lo que hay que hacer es imprescindible hacerlo bien, y que puestos a hacerlo puede hacerse de manera divertida, y que una vez hecho, casi siempre hay un extra esperando. No hay lección para niños en la que no asistan los padres.  La institutriz lo sabe pero antes ha de demostrarlo. Con un poco de azúcar esa píldora que os dan, la píldora que os dan…pasará mejor.

La vi, le he visto muchas veces. No sabría decir cuántas. Me gusta el gesto serio de Mary mientras de reojo, observa, disimuladamente divertida,   el semblante de los niños contemplando, atónitos, la magia de su institutriz mientras asienta orden donde hay caos. Me gusta cuando pasean con su amigo Bert  y  los 4, de la mano,   saltan por arte de magia dentro de un mural pintado que destaca en la aburrida acera. Me gusta la expresión feliz de los niños al sentirse atendidos y guiados. Me gusta el baile de los deshollinadores en los tejados porque es como una revolución a oscuras y Al compás. Me gustan los pies abiertos de Mary que significan estabilidad, porque son una especie de parapeto que intenta proteger sus convicciones ahuyentando a las dudas y a los fluctuosos. Me gusta que los niños sucumban al sueño cuando Mary decide cantarles una nana que les invita a abrir los ojos. Y sobre todo sigue gustándome la orgullosa expresión de Mary  cuando, tras la ventana,  ve alejarse a Jane y Michael saltando y cantando cogidos de la mano de sus padres que por fin han aprendido la lección. Si no nos riñe ni castiga… sabremos hacer lo que nos diga…

Pero después de verla tantas veces, no habría sido capaz de recordar la escena del mensaje que ocupa un artículo de Sala Martí, nuestro erudito economista. Da que pensar. Eso me confirma mi escasa capacidad para pillar mensajes al vuelo, mi poca disponibilidad para asuntos de economía y, seguramente, alguna cosa más...



Profecías autorrealizadas (Xavier Sala i Martín)

Una de las escenas más interesantes de Mary Poppins es cuando Mr. Banks intenta impedir que su hijo Michael se gaste dos peniques comprando alimento para pájaros y lo lleva al banco para que ingrese ese dinero. Una vez ahí, el director, un anciano llamado Mr. Dawes, le canta las bondades de la frugalidad, la prudencia y la inversión financiera y le quita los dos peniques de la mano. Al verlo, el niño grita enfurecido: ¡devuélvame el dinero! La protesta del niño es interpretada por una cliente como que el banco no puede reintegrar a sus depositantes y, alarmada, vocifera: ¡este banco no es seguro!, ¡devuélvanme el dinero a mi también! Enseguida cunde el pánico y todos los clientes, alarmados, corren hacia los cajeros para retirar sus ahorros. En menos del que se tarda en decir “supercalifragilisticoexpialidoso” el banco, arruinado, es obligado a cerrar puertas.