Shalom


En un canal de televisión hay una presentadora del tiempo que algunas veces se despide diciendo: sean felices. Por supuesto, nada que objetar, faltaría más, una se siente agradecida por sus buenos deseos, pero la cuestión es que una cosa tan compleja como el sentimiento humano de la felicidad ¿puede crearse voluntariamente? Tal vez sí, creo que es Spinoza quien dice que la tristeza es de humor y la alegría es de voluntad. Querer habitar la alegría ya es todo un paso hacia ella, aunque a veces se tiene éxito y otras, no. La felicidad tiene que ver en buena parte con la alegría, aunque también una persona puede ser feliz sin estar muy alegre; quizás para sentir una cierta felicidad a veces basta con lograr una paz interior. Se dirá que esa paz puede ya ser parte de la alegría, pero la verdad es que existen momentos en que la alegría está ausente por circunstancias diversas pero la paz interior permanece. El saludo hebreo "la paz sea contigo" es mucho más amplio que el "sean felices" de antes; en esas palabras, "la paz sea contigo", caben la persona y sus circunstancias, sean las que sean, como una especie de invitación a asumir la vida tal como viene, sin ira, pacíficamente. Sé de personas, bastantes, que estos días de Navidad los van a pasar de puntillas, sin festejos familiares. Unas porque necesitan descanso y desconectar del afuera, y otras porque tal vez quieran sentirse en paz en vez de entrar en ese bullicio familiar medio obligado, medio añorado, que tantas tensiones provoca. Para lograr la paz interior tal vez sea necesario no someterse a festejos ineludibles, tal vez esas fiestas supongan una catarsis social que se ha convertido en obligatoria; pero la catarsis no puede ser obligatoria, pues entonces deja de serlo y se convierte en una fiesta convencional más. La paz requiere un espacio y un tiempo, una renuncia a la prisa y a los convencionalismos, un estar con uno mismo, aceptando lo que viene sin hacerse demasiadas preguntas; tal vez, dejarlo pasar tranquilamente, sin darle mucha importancia, porque no somos tan importantes. Tal vez sirva de algo recordar que somos tan sólo polvo de estrellas, es algo mágico y precioso, pero pequeño, muy pequeño.

Remei Margarit (La Vanguardia)