Vistas

Puedes estar en Sevilla, Barcelona, Paris y disfrutar de toda la oferta disponible a tu alcance o de la que alcance tu disposición y bolsillo. Puedes saturarte de pasear y de ver, de comer o de comprar, pero en cada lugar será distinto y no hay de buscar lo que los asemeja. He visto personas reclamar tortilla española en una compañía de vacaciones americana y comer paella en Londres. No hay que buscar pà amb tomaquet en Málaga, hay que buscar su deliciosa tarta malagueña a base de almendra, pasas y moscatel o probar sus gambas y revueltos. Tampoco tienes que pedir un cortado cuando a media mañana te ataque la modorra o notes que tus pilas se agotan. Piensa en cómo te gusta y busca entre los diez nombres que te brindan para servirte el café. Siéntate, tranquilamente, mientras observas al cuidadoso camarero prepararlo y mientras explica, con orgullo, que solo en Málaga hay un nombre para cada café y tu mandas a la hora de elegirlo, no él. Mira a tu alrededor y verás todas las diferencias que existen y te compensará que existan. Y cuando vuelvas a la calle déjate sorprender en cada paso que des y embriágate del panorama para recoger de todo ello una pequeña parte de su condición que viajara contigo en el trayecto de vuelta, y siempre más. No solo New York, sorprende. No solo en Paris o Roma se aprende. Hay muchas maneras de vivir y muchas más formas de mirar y es lo que interesa. Descubre el Alcazaba o la Moreneta, la Sainte-Chapelle o el West minster Abbey, pero sobre todo, escucha y mira a sus gentes, en ellos está el viaje y la auténtica maravilla que vale la pena atrapar. Y, ciertamente, hallaras diferencias, pero, aunque te pierdas entre esas pequeñas calles, sigue andando, y aunque te atornilles para elegir entre una nube y una sombra, entre un semi-largo y un no me lo ponga, pídelo. Te convencerás, que hay que hacer lo imposible para que algunas cosas sigan así, distintas, sabia y naturalmente diferenciadas.