Si resulta que es verdad, que los océanos tienen fronteras y estas sirven para que las especies no se mezclen, no resulta extraño pensar que es estéril el esfuerzo de algunos para salvar algunas especies. ¿qué hace el ser humano contradiciendo a la naturaleza? Dichoso capricho de intervenir en todo. ¿No será el ecosistema más sabio que cualquier erudito en la materia? Podemos poner fines para resistirla, podemos poner medios para oponer resistencia a sus efectos y suavizar los desperfectos que causamos en ella, pero dirigirla es mucho atrevimiento. Si es cierto que los océanos tienen fronteras y estas sirven para que las especies tengan bien establecidos sus límites, ¿por qué no atender al mensaje? Seguro que son bien intencionadas los intentos para igualarlo todo, para nivelarlo y para protegerlo de barbaries, pero tanto intervencionismo huele a avidez de gloria. Seguramente, en el fondo del océano hay una sabiduría extrema que con los siglos ha decidido construir barreras para salvar a unas especies y a abandonar a otras. Y cualquier intervención ajena a este fenómeno, es un intento de conquista. Es una tentativa para conquistar mundos, entornos, ambientes que no nos corresponden con el pretexto de salvarlos cuando lo que necesitamos, naturalmente, es confianza y entereza.