Sí, pero no

Hace días me preguntaron por la reacción de Emilio Gutiérrez y solo se me ocurrió decir que me pareció un calentón. Ojala pudiera calificar de un manera tan superflua todos los actos violentos y quedarme tan ancha, pero no lo son, por tanto, sería un disparate hacerlo. Como disparate me parecen todas las opiniones públicas apoyando la reacción del socialista. Y lo son por la sencilla razón de que no es lo mismo comprender que aceptar. No es lo mismo. Hace dos días leía a un articulista catalán afirmando que le dan asco las opiniones que condenan la agresión de Gutiérrez porque son cínicas y demagógicas, carentes de decencia, etc. Yo me uno a estas bajo el amparo de una ley que obliga, porque si abrimos paso a la reflexión de determinadas reacciones violentas en determinados casos, podemos estremecernos de lo que somos capaces de comprender, pero sobre todo, tendremos que asustarnos por la persecución que una vez instalados en la razón y en nuestro derecho de manifestarla publicamente, se nos aplicará y nos mantendrá subordinados al peso de una ley, recientemente fundada a medida para perseguir las no condenas explícitas en actos violentos. Si a partir de la reacción de E. Gutiérrez en Lazkao, nace otra manera de justificar la violencia, y se admite esta por la sencilla razón que es comprensible, dicha ley es basura y ha de terminar en donde acaban todos los desperdicios. Ya no soy capaz de adivinar si la reacción de Emilio fue impulsiva o premeditada. Hecho que también me ayudaría a analizarla desde otra perspectiva. Pero da lo mismo, agredir es agredir en cualquier caso. Y de la misma manera que no justificaría que un maestro desesperado fuera a casa de un alumno imposible a insultarlo y a intimidarlo, no puedo admitir (bajo esta ley), aunque si pueda entenderla, la reacción de Gutiérrez. Los hombres buenos cometen crímenes, los hombres buenos son víctimas, también, pero no se trata de analizar bondades, hablamos de aplicar justicia, hablamos de un orden que se ha dispuesto sin exenciones ni matices y sin tener en cuenta la clemencia de la idea que explicaría el fin. Todos desean vuestro bien. No dejéis que os lo quiten. (Stanislaw Jerzy Lec). Aunque también es cierto, y sabemos muy bien, que la aplicación de la ley, aunque la ley sea inflexible, es dúctil, es condescendiente en algunos casos y en éste, no me cabe duda, lo será.