...En cambio, no importa si te despiertas a las siete de la mañana como si lo haces pasadas las diez, no importa que sea en Agosto o en Abril, el despertar del domingo en Barcelona, siempre es agradable porque el silencio en la gran ciudad puede palparse. Puede sentirse si vives en pleno centro y lo acaricias, igualmente, si vives en un barrio colindante. Es posible escuchar el trillar de las ruedas de algún coche que pasa, y la charla de las cotorras verdes que se han emplazado y adaptado, sin prejuicios, en todas las palmeras de la ciudad. Incluso puedes escuchar algún canario que entona desde el balcón de alguien, o la voz de otro alguien que habla, abajo, en la calle. Algunos, han intentado convertir el séptimo día de la semana, en un día cualquiera de la semana, pretendiendo que todas las tiendas del centro permanezcan abiertas, en Barcelona, al menos. Lo han intentado una y otra vez, cómo los anti taurinos han intentado, hasta conseguirlo, imponer su simplista manera de reducir la crueldad a una estocada y su reyerta a una causa relativamente fácil, más sin éxito, de momento, esgrimiendo que sería un buen servicio para los turistas y para los ciudadanos despistados, o aburridos. Hombre, una cosa es que los horarios comerciales no lleguen a obscenos por fallo, otra muy distinta, es que cualquier comercio tenga que abrir en domingo y los festivos porque alguien no encuentra en toda la semana un momento para ir de compras o, más absurdo aun, para que la ciudad luzca a gusto de unos cuantos. Para defender esto, argumentan, que cualquier ciudad avanzada europea, permite que esto suceda. No tengo ni idea de las normativas del resto de los países de Europa en cuanto a horarios comerciales, solo sé que he vivido domingos en Bruselas, en Londres, en Roma, en Paris, en Florencia, en Berna y en algunas ciudades de España y nunca he visto tiendas abiertas, aparte de las tiendas de suvenirs. Así que algunos barceloneses, defensores de esta causa, tendrían que ser más exactos a la hora de buscar argumentos porque en estas ciudades citadas, los horarios de cierre, algunas veces, son más estrictos que los nuestros y de repente, puedes contemplar puertas metálicas cerrarse a la vez cuando tu recién acabas de salir a la calle animada de una reparadora siesta. Es usual ver cerrar comercios en una ciudad de Bélgica o de Suiza a las 17.30 de la tarde, tiendas y grandes almacenes que están abiertas desde las 9.30 de la mañana, por cierto, o incluso antes. En pequeños pueblos es distinto, en ellos, ha de influir el sentido común y lo que se ajuste al interés de sus ciudadanos y puede ser fácil que prefieran mantener sus pequeñas tiendas abiertas en domingos y festivos, para aprovechar una recaudación que nunca les llegará de lunes a viernes. No lo sé, a mí tampoco me urge que abran. Pero, en las ciudades, ha de mantenerse una pauta, un horario y sobre todo, ha de perseverarse la paz del domingo, y los sonidos que solo distingues en domingo. Los defensores de este intento, han de saber, además, que no proponen nada nuevo, que lejos de ser un paso adelante sería un paso atrás porque nuestros abuelos, lucharon por conseguir ese día festivo en un país que lo tenía todo, puede, menos el título de progresista y prospero. Y si alguna vez, estos insensatos consiguen este giro hacia atrás y logran que todos los comercios de Barcelona abran sus puertas en domingo, no nos quedará otra que instar a entidades bancarias, profesionales de cualquier sector, y a todos los estamentos públicos, que procedan del mismo modo. Puestos a acabar con la calma y la paz dominguera, que sea sin exclusiones.
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