Un cuento cántabru para explicarles a los niños que pasa con sus dientes cuando se caen. Me lo ha enviado, Iván, un viejo amigo que tiene una dentadura perfecta. Esquilu, significa ardilla en cántabro. Se desconoce el origen del cuento, probablemente se lo inventó una madre para tranquilizar a su hijo cuando perdió su primer diente. En todas las partes del mundo, pero, hay un figurado personaje que representa la misma tradición, la de cambiar un diente por un pequeño regalo. En Francia, por ejemplo, se le llama la Petite sourise (pequeña sorpresa). En Italia, se le conoce como Topolino (ratoncito). En los países anglosajones se encarga Tooth Fairy (hadita de los dientes). En la mayoría de países hispanohablantes, se conoce como el Ratoncito Pérez. En Catalunya, cuando un niño deja su primer diente bajo la almohada, sabe que vendrá a recogerlo un Angelet (angelito) Y en el país vasco, dicha tarea la hace una mujer intrépida: Mari teilatukoa (Mari, la del tejado)
L`esquilu de los dientis
Bía una vegáa una ostra qu´estaba mui murnia porque bía esmanáu la su perla. La ostra contole la su endesgracia a un pulpe que s`arrastraba pol jondu la mar:
- ¿Cómu era la perla?
- Branca, dura, chica i brillanti.
El pulpe prometiole que l´audaria i marchó. Contóselo a una gaviota qu´estaba jugandu conas olas. Ésti, dijole al pulpe qu´audaría a l`amayuela i marchó volando a contalo a un esquilu qu´estaba nun árbu. Esti esquilu era mui averiguáu.
- Tién de ser angu brancu, chicu, duru i brillanti.
L´esquilu jue a escarcear puraí, pero nu alcontró náa que valiesi.
Alcuentró un butón qu´era brancu, brillanti i chicu, pero nu era mui duru, pos era pa roerlo con jacilidá conos sus dientucos.
Alcontró una piedruca branca, chica i dura, pero no brillaba.
Alcontró una monea de prata branca, dura i brillanti, pero no era chica...
L´esquilu marchó a la su casa murniu i acolecháu porqui nu bía alcontráu náa. La ca l´esquilu istaba nun juriacu de la quima d´un árbu averáu al cuartu d´un neñu. El neñu bía dejáu un dienti ena mesituca; l´esquilu violo, averóse i comprebó qu´era brancu, chicu, duru i brillanti.
En toa manera qu´apañó`l dienti de lechi i trucólo, dejó al neñu la moneda de prata. Entós golvió a escapi al sable i diole`l dienti a la gaviota. La gaviota, al pulpe, i el pulpe a la ostra; ésta púsose contentísima, pos aquel dienti de lechi era del mismu tamañu que la su perla esmanáa. Púsola nel sitiu de la perla, tapola con un pocu de nácar, i nadie era pa ver la deferiencia.
Asina, dendi entós, cuandu a un neñu cáisele un dienti de lechi, pónlo en baju la su olmáa i pola nochi l´esquilu lo lleva, dejando a trucu un dáu, onqui no tolas vegáas es una monea de prata.
3 comentaris:
Había una vez una ostra que estaba muy triste porque había perdido su perla. La Ostra, le contó su pena a un pulpo que se arrastraba por el fondo del mar.
¿Cómo era la perla? –Preguntó el pulpo-
Blanca, dura, pequeña y brillante- respondió la ostra-
El pulpo le prometió que la ayudaría y se marchó.
Se lo contó a una gaviota que jugaba con las olas. Esta, le dijo al pulpo que ayudaría a la almeja y se fue volando a explicarle a una ardilla que es taba en un árbol. Esta ardilla era muy exploradora.
Tiene que ser algo blanco, pequeño, duro y brillante.
La ardilla, se marchó a investigar por ahí pero, no encontró nada que le valiera.
Encontró un botón que era blanco, brillante y pequeño, pero, no era muy duro, ya que lo podía roer fácilmente con sus dientes.
Encontró una piedrecita blanca, pequeña y dura, pero, no brillaba.
Encontró una moneda de plata blanca, dura y brillante, pero, no era pequeña.
La ardilla, se marchó a su casa triste y rendida porque no había encontrado nada. La casa de la ardilla estaba en un agujero de la rama de un árbol desde donde se se podía ver el cuarto de un niño. Dicho niño, había dejado un diente en la mesita de noche; la ardilla voló, se acerco y comprobó que aquello era blanco, pequeño, duro y brillante.
Como pudo, recogió el diente de leche y lo cambió por una moneda de plata. Entonces, voló rápida hacia la playa y le dio el diente a la gaviota. La gaviota al pulpo, y el pulpo a la ostra; ésta, se puso muy contenta porque aquel diente de leche era del mismo tamaño que su perla perdida. La puso en el lugar de la perla, la cubrió con un poco de nácar, y nadie supo ver jamás la diferencia.
Así pues, desde entonces, cuando a un niño se le cae un diente de leche, lo ha de poner bajo su almohada y por la noche la ardilla se lo lleva, y deja a cambio cualquier regalo; no todas las veces es una moneda de plata.
Muy bueno Mek, también me lo envió a mi. Un besote. Valle
Las historias del terruño siempre tienen un encanto especial, y más si además se cuentan en el idioma local. La pena es que muchas de estas historias se van perdiendo por no dejar constancia de ellas en papel. Y es una pena, porque la comunicación entre distintas generaciones, incluso de una misma familia, cada vez es menor. Esperemos que se conserven cuanto más mejor gracias a las nuevas tecnologías.
Publica un comentari a l'entrada