Barcelona, 14-01-2010
Abres el periódico, enciendes la radio o prestas atención a la pantalla del televisor. Cualquiera de los tres, viene con importe añadido e imbuye a perderte en adversidades y a otras extrañezas que oíste ayer de refilón, antes, o son acontecimiento del día. Unas, son desdichas, otras, desaciertos, opiniones o maquinaciones, y todas tendrán algún coste que un momento u otro tendrás que saldar.
Entre medio de tanto revés y asombro, se funden cuestiones varias. Una, es el toque de alerta que la señora Merckel dirigió a Zapatero en Europa: Aquí, seriedad, eh. Y para demostrarlo, Hereu, anuncia un plan de alta cota dejando de lado las deterioradas aceras que siguen a ras de suelo, sin encomendarse al COI, a la Moreneta, ni casi a nadie, justo tras la subida de tarifas del metro y todo lo demás.

Detrás de estas tantas opiniones, sensatas o frívolas, rendidas, o sublevadas, seguimos habiéndolos que no entendemos nada. Porque una cosa es que a algunos catalanes nos encante la nieve y alguna vez, tengamos el valor de sortear los cuatro peajes de pago que existen desde la ciudad al Cadí, para calzarnos unas oprimidas botas y acoplarlas a unos antiguos esquís que nos deslicen cuesta abajo sobre una eventual nieve sin que, por detrás, nadie nos empuje , y , otra cosa muy distinta, es que proyectemos ser la ciudad olímpica de invierno y ya estemos emprendiendo la aventura de invertir energías , recursos y fantasías en ello. Seriedad, dice la Merckel...
Y lo que menos entiendes, es que de repente, salgan miles de opiniones, entusiasmadas. Todo ello, te transporta a un espontaneo juego, y muy simple, al que alguna vez jugabas con tu padre: Mano tapa mano. En alguna ocasión, también, hacíais un pulso, en el que desde luego, él fingía rendirse, haciéndote creer eventualmente fuerte. Debe ser este recuerdo lo que a veces te hace imaginar, capaz y gallarda, para exponerte a la contra de tantas incoherencias que no comprendes ni compartes. A menudo, piensas en tu padre cuando se dejaba vencer en aquel pulso en el que tú instalabas todo el nervio y él, la utopía.
Hay que improvisar cualquier cosa para seguir siendo parte del volumen que ocupa cualquier zona. Tu padre, se erguía perdedor porque se sabía invencible a un pulso con cualquiera, y quería transmitirte aquella frágil y pasajera impresión. Jugabais, al fin y al cabo. Unos cuantos años más tarde, te sabes mucho más débil que la fuerza que transfería aquella cálida y gran mano, pero, siguen habiendo demasiadas cosas que no entiendes, e, infeliz de ti, sojuzgas con el mismo nervio cualquier reto, y piensas, que Barcelona es tu ciudad. La mejor ciudad que podría haberte tocado en suerte. No obstante, en menos de quince años, ellos, los otros o todos, la hemos exhibido al mundo y al tiempo la hemos transformado en esquiva y resentida, y sobre todo y primordial, no hemos sido capaces de nevarla, ni creo que podamos de aquí al 2013.
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