Madrugar en domingo es una oportunidad para que el oído disfrute de los sonidos que el resto de la semana no puede percibir. Hoy, el viento sopla suave con esporádicas ráfagas algo más intensas que mueven las copas de los arboles urbanos aun por despertar. Pruebas a no encender la radio durante un rato para regocijarte de estas voces que no siempre observas y para no rendirte, enseguida, al ruido que un poco más tarde se impondrá aun sin desearlo. Es la ciudad, y en ella todo pasa desapercibido doblegado a la abundancia de tantas cosas que suceden incluso cuando todo parece estar sosegado. Un gorrión, que ha construido su nido muy cerca de tu balcón, grita armonioso, probablemente, en su intento de enamorar a una hembra que está cerca. Los escuchas perfecta y nítidamente. Sus silbos, te recuerdan al que algunos hombres dedicaban a algunas mujeres cuando silbar no era perjudicial para la salud ni para la moral. Mientras silban, vuelan o brincan, persiguiendo a una hembra que, mientras finge ignorarlo, se decide entre ceder al cortejo o rechazarlo si no le parece atractivo. Estamos, aunque no lo parezca, en primavera, y se alegra hasta el macho gorrión porque es tiempo de exhibir su plumaje que luce más intenso que nunca, como recién salido de la lavandería para estar perfectamente esplendido ante su hembra preferida. Y se alegra la hembra gorrión porque podrá deleitarse de varias ofrendas que el esforzado macho le ofrece para que pueda construir su nido y al fin, agitar sus alas a placer mientras copulan unidos.
Empieza a escucharse algún coche madrugador que se dispone a buscar una gasolinera libre de las largas esperas que ayer digería cuando todo un mundo parecía querer repostar a la misma hora y en el mismo sentido de la marcha. También percibes el sonido corto y perezoso de la paloma que va despertando lenta a este día tan extrañamente silencioso. Ella, aun no ha aprendido a distinguir que cada siete días, uno, despierta mucho más apacible.
Ni un solo ruido arriba ni debajo de donde estas. No han despertado tus vecinos ni los vecinos de ellos, y si lo han hecho, ha sido sigilosamente, como tú, para no importunar al silencio que esta mañana, es casi majestad.
El domingo, es un día perfecto para dormir y perfecto para no hacerlo. Los planes que no se han hecho no aparecerán más tarde delirantes e inconmensurables como si fuera lunes, martes o miércoles…Es casi primavera y todo se prepara para exhibir el esfuerzo invernal y dar rienda suelta a las más sublimes eufonías aunque sea en el más escrupuloso silencio. . .