Recurrir
al silencio es lo más adecuado cuando tendría que hablar más de lo
deseado impulsada por un ataque inaudito personificado en la
insolencia, la mirada y el gesto de quien se siente atacado y agrede.
Los dardos acaban de pasar veloces a mi alrededor y antes de impulsar
los míos en dirección contraria, inmóvil y en estado de alerta,
los aíslo. Tras un incidente como éste, no hay mucho lugar para la
agudeza ni para el ingenio, necesariamente he de dar paso a la
suspensión momentánea de cualquier reflejo y esperar la reacción
del agresor. Si el agresor es como espero habrá reacción a la no
reacción, y serán los próximos sesenta segundos, los treinta
minutos, o el día entero, los analgésicos más eficaces para pasar
una hoja mal escrita en cualquier relación. Quizá nunca consiga
confinar ciertas páginas y tendrá que ser la voluntad quien haga
el resto, sea mejor o peor la sustracción resultante. Siento más
terror a mi propia reacción que a la de mi agresor a menudo, porque
soy más animal que racional cuando sucede y solo escapo a dicha
transmutación bloqueando cualquier movimiento emocional al alcance.
He de reconocer, al mismo tiempo, que cuando consigo sitiar mis
instintos primitivos y desatar un paréntesis, al instante
experimento cierto placer tras haber obstruido la necesidad de quien
busca guerra y choca con el límite. Siempre que no lo consigo, es menos sofisticado lo que he de arrastrar. No soy responsable de lo que no hacen
mis manos, ni de lo que no expresan mis palabras, tampoco de la
reacción que estas puedan generar, casi no soy responsable del
tiempo ni del porqué de mis propios delirios, quien sabe de donde
surgen...
Soy
responsable de todo lo demás.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada